Luego de una breve y deprimente (por el tono utilizado) introducción, descubrimos en pocas imágenes que Mara ha perdido a su padre, que la domina la tristeza, que quiere arrojar sus cenizas en un río de aguas mansas...y que tiene un hermano.

Luego de una introducción deprimente pero necesaria, McClure va al grano. También con muy pocas imágenes ya nos inserta en esa casa con dos hermanos verdaderamente trastornados que le harán la vida imposible a la pobre Mara; ésto sumado a un montón de pequeñas peripecias argumentales para complementar la ya de por sí turbia relación. Básicamente, el argumento culmina allí. El director elabora situaciones paralelas que buscan relacionar, comparar situaciones familiares que se transmiten de familia a familia. El problema es que esa suerte de perversa transferencia se produce para deleite puro y duro del morbo gratuito. No hay relación alguna entre familia y familia y cuando ésta se establece lo hace por medio de dos casualidades, jamás causalidades.

Esquivando el nulo y fraudulento contenido profundo de la peli, podremos disfrutar de sus planos lentos y de su montaje moroso para degustar cada paliza, cada violación. Cuarenta minutos de pura carnalia con la debida catarsis final. (spoiler).