Difícil catalogar películas como ésta. Uno se pone en piel de crítico, agudiza la mirada desde los títulos y...ya la propuesta te dice en sus primeros compaces que tu enfoque es incorrecto. No se puede tildar de poco comprometido a algo que te dice a gritos que no va en serio. La idea pasatista de Whismater va de la mano con un tono desenfadado, rotúndamente lúdico y artesanal. Estamos frente a una historia de humor negro dirigida al nicho freeky. Pero intentemos analizar, aunque sea un poco, este envoltorio grotesco.

El guión parte de ciertos elementos que combinan a capricho mitologías varias y cristianismo de póster. La propuesta funciona más cuando se pone en plan slasher; cuando esta suerte de genio maligno cumple deseos bizarros (algunas muertes tienen cierta chispa, otras desperdician el potencial caótico de la idea y se vuelven demasiado convencionales). El amo de los deseos no carece de ángel, aunque resulte paradójico.

Se produce cerca del desenlace un plano secuencia, con cortes intermitentes, dentro de un casino. Es el mejor momento de la peli y deja ver que por detrás de tanta vagatela a veces este tipo de ideas locas rinden su fruto. Pero Whismaster, como buena obra de nicho, se encierra en sus propias limitaciones, autoparodiándose, tirándose a menos. Sin llegar a ser un desperdicio, a veces ciertas pelis no terminan de percibir la genialidad que logran emanar.