A pesar de algunas excelentes críticas, coincido con Ed Sikov, biógrafo de Bette Davis, en que la película no llega a funcionar del todo. Yo diría, incluso, que es una de las más flojas de toda la filmografía de Bette Davis (y he visto casi todas).

Bette, mi actriz favorita, siempre da la talla y aquí, aunque más contenida que de costumbre, vuelve a estar a un gran nivel, como sus dos compañeros de reparto. Además los actores ya se conocían, por haber trabajado juntos los tres en "La extraña pasajera" (1942), dirigidos también por Irving Rapper quizá en su mejor película como director, con resultados infinitamente mejores que en “Engaño”(Deception). También en 1944, Davis y Henreid habían actuado en "El señor Skeffington". No es por tanto, un problema de actores, sino de guión y, sobre todo, de dirección. Quizá mi nivel de exigencia cada vez que veo una nueva película de Bette Davis esté a estas alturas un poco alto y espero demasiado. Es una pena, porque ella está casi siempre bien y poco se le puede achacar.

La película cuenta el reencuentro de una pareja separada por la guerra. El es un violonchelista de talento que está intentando recuperar el tiempo perdido pero le hace falta un empujón en su carrera. Ella es una pianista consumada pero poco reconocida, por lo que parece haber dejado la música un tanto a un lado, a la sombra de Hollenius, el director de orquesta y compositor, tildado de genio, que ejerce una poderosa atracción con su indiscutible maestría musical, incluso ante las iniciales reticencias de Karel, el marido, pero es autoritario, caprichoso y manipulador hasta decir basta. Así pues, el conflicto a tres bandas está servido.

Personalmente, el tira y afloja que llevan a cabo Bette Davis y Claude Rains (Hollenius) resulta demasiado prolongado en el tiempo, con escenas bastante largas. Si en un primer momento resulta interesante, al cabo del tiempo consigue hacerse largo, hasta convertirse en un obstáculo que frena el ritmo del film. Cuando parece que la trama marcha, vuelve a pararse. Irving Rapper no sabe darle el suficiente dinamismo. Hay momentos de buen melodrama, pero le falta continuidad. No resulta todo lo entretenida y emocionante que debiera.

La escena más destacada es la del restaurante, donde Hollenius (Claude Rains) demuestra su habilidad y sus malas artes, hasta resultar odioso y desquiciante.
Evidentemente, una película con protagonistas músicos, tiene en este recurso una de sus mejores bazas. El austriaco Wolfgang Korngold (ganador de dos Oscar, uno de ellos por “Robin de los bosques”), firma la palpitante banda sonora, alcanzando su cenit en los momentos melodramáticos.

En definitiva, un desconcertante triángulo pasional, con la música como elemento común y Bette Davis como eje central.