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Voto de Strhoeimniano:
10
Western. Drama. Romance En el verano de 1870, Averill e Irvine terminan sus estudios en la Universidad de Harvard. Veinte años después, viven en circunstancias muy distintas. Averill, más serio y visiblemente más viejo, se ha convertido en un "marshall" federal. Por su parte, Irvine, destruido y arruinado por la bebida, pero todavía en su sano juicio, es miembro de la asociación Stock Growers Agricultores, que está involucrada en un conflicto. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2005
77 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que se dice de esta película es que fue la causante del hundimiento de la UA, la compañía creada por Chaplin, Fairbanks , Griffith y otros cuando los locos, en palabras de Louis B. Mayer, decidieron hacerse cargo del manicomio. Ese dato, consagra su estela de película “maldita” por excelencia, pues la película, mutilada por la productora, fue un fracaso estrepitoso (Cimino nunca más recuperaría la confianza de la industria, tardaría más de cinco años en rodar su siguiente película: la espléndida “Manhattan Sur”). Generalmente, estas masacres sirven de coartada para disculpar desde su fracaso a esa factura que no llega a convencer del todo a los popes de la crítica que en su momento formaron parte de este festín. Sin embargo, tanto en su versión mutilada como en la extendida “versión del director” esta película emerge como un capítulo único dentro de toda la historia del cine.
En si es un western; pero a diferencia de toda la mítica que lleva este género, “La puerta del cielo” es un western melancólico, pero tampoco con acomodo fácil en ese western crepuscular que ha dado tantas obras maravillosas. La visión de Cimino es histórica, casi antropológica, y recoge “el nacimiento de una nación”, como un parto doloroso, preñado de violencia entre una asociación de ganaderos y toda esa masa de inmigrantes que llegan a los EE.UU y que son vistos como un freno para el “progreso”. Sin duda, la elección de este argumento, presentado de un modo naturalista, sin disfrazar la violencia, explica parte de su fracaso. Es una película de digestión difícil, conmovedora en todos sus aspectos, que pasa fácilmente de una grandiosidad épica a una intimidad romántica con el genio de Cimino ofreciéndonos su mejor película.
El reparto es un capítulo aparte. Kris Kristofferson ofrece una actuación espléndida, comedida, pero llena tan llena de matices que con un simple primer plano puede mostrar el vacío en el que queda sumergido el personaje al final de esta historia; John Hurt, en permanente borrachera, y con un histrionismo decandente que tan bien le sienta al niño de papa que interpreta; Isabelle Huppert es la prostituta de la que todos se enamoran (y entendemos a todos por esto); y un magnífico C. Walken como asesino a sueldo. Todo en una historia de desengaños, traiciones, amistades, grandezas y miserias en la que siempre van a ganar los mismos.
Capítulo aparte merece la fotografía. Toda la melancolía de la historia está atrapada en el gran trabajo que realizó Vilmos Zsigmond, con una composición fotográfica preciosa (que no preciosista) y usando siempre la luz natural en unos claroscuros extremadamente bellos, con unas tonalidades cálidas y añejas (impresionante la primera secuencia con la fiesta de graduación en la Universidad de Harvad, parece que una postal tomara vida), tenebrosas en la violencia, o frescas en el amor; todo esto acompañado de una banda sonora tristísima, pero igualmente hermosa.
Strhoeimniano
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