A primera vista es posible llevarse un desengaño: en las primeras imágenes promocionales se veía a Tom Hardy semidesnudo con una lanza perdido por África, pero toda la acción transcurre en ese Londres delicioso lleno de contrastes, entre la zona céntrica y las mansiones de la gente de bien y las zonas portuarias sumidas en el fango.

Los detalles se han cuidado al máximo, y el resultado es una estupenda ambientación, característica innata de las producciones británicas. Si algo se le puede achacar es cierta tibieza de ritmo y alguna subtrama desesperante, como la de la hermana de Delaney -interpretada por una sosa Oona Chaplin- que pretendía aumentar la carga emocional pero que solamente provoca indiferencia y hastío. Mucho más intensos y estimulantes son los enfrentamientos con la Corona y la poderosa Compañía de las Indias Orientales.

Entre medias hay temas que se dejan un poco en el aire y de los cuales apenas se dan explicaciones, como los supuestos poderes de Delaney, sus ritos y todo lo experimentado durante su estancia en África. Sin embargo, globalmente el resultado es satisfactorio con un reparto que sabe bien lo que hace -con la excepción comentada anteriormente- liderado por un Tom Hardy en estado de gracia, al que no le hace falta hablar para expresarse, continuamente observamos sus gruñidos, sus murmullos, sus miradas perdidas. Un personaje rico en matices convertido en protagonista principal y absoluto.

La serie que recomendarías a todos tus amigos antropófagos.