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Voto de Austeriano:
5
Drama En 1879, un arqueólogo amateur, Marcelino Sanz de Sautuola (Antonio Banderas), y su hija de ocho años, María, descubrieron en Cantabria una de las obras prehistóricas más importantes de la Historia: las pinturas de Altamira. Lejos de proporcionarle honor y gloria, su deslumbrante contribución a la historia le enfrentó con la Iglesia católica y con la indiferencia y el escarnio de la comunidad científica de la época, a pesar de sus ... [+]
21 de marzo de 2016
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Católicos y científicos: Marcelino Sanz de Sautuola, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC

Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888) bisabuelo del malogrado Emilio Botín fue un santanderino que descubrió las Cuevas de Altamira. De origen hidalgo y licenciado en derecho, decidió dedicarse por afición a la prehistoria tras visitar la Exposición Universal de París de 1878, donde se exhibían multitud de fósiles y otros restos arqueológicos, pensando que tenía que haber muchos de aquellos objetos en su Cantabria natal.

Y en estas, un buen día, acompañado de su hijita, se metió en un agujero de cuya existencia le había dado cuenta Modesto Cubillas, se despistó buscando objetos prehistóricos, y escuchó un inolvidable “¡Papá, mira, hay bueyes pintados!”. Al acercarse a la sala quedó atónito con la visión, y no dudó un instante en percibir la magnitud del hallazgo, que comunicó en la histórica publicación “Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander”, sin imaginar el calvario que le vendría encima.

Sí, porque contra su condición de católico -magníficamente documentada en el libro “Altamira” , de José Calvo Poyato y español arremetió furibundamente el rancio laicismo de la época, capitaneado por las pluscuamperfectas Institución Libre de Enseñanza y Real Sociedad Española de Historia Natural, a cuyo frente estaban los laicistas Giner de los Ríos e Ignacio Bolívar, quienes condenaron como falsas –el uno abogado y el otro entomólogo, sin ni siquiera afición por la prehistoria- las maravillosas pinturas. Claro que pronto una auténtica autoridad en la materia, Juan Vilanova Piera, catedrático de la Universidad Central de Madrid y científico también católico para más señas, se puso de su parte, certificando la autenticidad de las pinturas.

Otra oleada de ataques provino de Francia, ataques de desprecio a Sautuola por ser español y católico, provenientes del científico laicista Emile Cartahilac, quien escribiría a un colega sobre el asunto “No te fíes, amigo, es una trampa que nos tienden los jesuitas a los prehistoriadores para reírse de nosotros”, y que demuestra algo a lo que los laicistas acostumbran, que es a no reconocer la realidad aunque la tengan delante (aborto, ideología de género, etc.) cegados por su fanatismo anticatólico. Años más tarde, y como colofón a la historia, sería un científico francés experto internacional en la temática, Henri Breuil , quien definitivamente dictaminaría la autenticidad de las pinturas, ya fallecido Sautuola: Henri Breuil era cura de la Iglesia Católica.

Sautuola y Vilanova Piera fueron dos paleontólogos que pretendieron conciliar evolución y fe, algo que los laicistas no soportaban y siguen sin soportar. Por eso les persiguieron ferozmente, a ellos, que descubrieron la que se conoce como “Capilla Sixtina del arte rupestre mundial”.
Austeriano
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