Primera película de la trilogía de la venganza de Park Chan-Wook (que continúa con su aclamada OLDBOY), que mantiene rasgos identificativos del cine asiático como el ritmo lento, largos silencios y fotografía muy cuidada, todo ello medido al milímetro para crear una composición dramática grandiosa.

Con un guión enrevesado y con giros tanto de argumento como de protagonistas, Park demuestra una puesta en escena excepcional, con planos de bellísima factura, y resolviendo algunas acciones simplemente con una imagen, un movimiento o una mirada. Además, gags cómicos (algunos muy negros) aparecen de la nada al más puro estilo Miike, al igual que escenas sangrientas y crudas.

Genial ciclo vengativo, cerrando todos los cabos sueltos con un final a la altura del resto del film. Pequeña joya a la sombra de OLDBOY.