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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
7
Animación. Fantástico. Drama. Infantil En una casita oculta bajo las tablas del suelo de una mansión campestre, vive una familia de seres diminutos, de apenas 10 cm. de altura, que tienen la norma de no dejarse ver nunca por los seres humanos; sin embargo, su tranquila existencia cambia cuando Arrietty, una audaz adolescente, es vista accidentalmente por un niño que se acaba de establecer en la casa debido a su delicada salud. Al tiempo que entre ambos surge una gran ... [+]
24 de septiembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo Arrietty y el mundo de los diminutos es imposible no invocar el cine de Miyasaki. Miyasaki, que aquí ejerce las labores de guión y producción, se cuela en cada fotograma de esta Arrietty, y la historia abre puentes, entabla relaciones, comparte símbolos con los mundos imaginarios del viejo sabio nipón. Miyasaki ocupa un papel secundario y a la vez de invitado de honor y protagonista indiscutible en una aventura más pausada de lo habitual, una de las más contemplativas de la factoría, un nuevo ejercicio de resistencia frente al 3D con sus trazos coloreados a mano. Arrietty y el mundo de los diminutos comparte con Miyasaki una sensibilidad por la naturaleza y vuelve a tener en un niño enfermo el motor de la historia, el más adulto de todos los personajes en una trama que siempre se impone como metáfora del crecer y del querer conocer un mundo analógico, bellísimo, rural, fascinante, repleto de seres extraños. La verdad, la esencia, lo verdaderamente importante según los valores que enriquecen y transmite el cine de Miyasaki.

Los personajes vuelven a imponerse a la acción (de hecho, en Arrietty suceden pocas cosas). Y de forma paradójica, los títulos de crédito terminan allí donde otras cintas convencionales empezarían a fabular: el futuro de Arrietty no importa porque a Yonebayashi, como a Miyasaki, le interesan más los procesos internos que externos, y prefiere situarse en una épica más centrada en la emoción que en la acción. Vencen los buenos sentimientos: la imagen de Arrietty y sus padres alejándose, arrastrados por la corriente del río, navegando encima de una tetera tomada como bote, es la imagen definitiva de lo conquistado y de lo incierto, incluso una metáfora de ese Japón post-Fukushima, víctima de una de las mayores catástrofes naturales de los últimos años. Detalles que convierten una historia aparentemente tan pequeña en un relato lleno de grandes y hondos discursos.

Pero Arrietty es un 'pequeño Miyasaki'. Encaja mejor con las películas que el maestro hizo en los 80 (Mi vecino Totoro) que con las más recientes El viaje de Chihiro y El castillo ambulante (en las que el mundo mágico se resolvía como un todo complejo, visualmente apabullante, un constante espectáculo para los sentidos). Arrietty prefiere narrar desde la austeridad, la pequeñez de esa casa enana construida en las entrañas de otra más grande. Algo muy propio de un autor nobel para el que prima más el respeto por el referente (Miyasaki) que la consecución de un estilo visual y narrativo propio. Aún así, Arrietty es mucho más equilibrada que Cuentos de Terramar, y continúa siendo un gozo para grandes y pequeños, una joya en tiempos digitales. Una película con algún momento sensiblero pero con mucha más alma de la que demuestran la mayoría de productos llegados de Estados Unidos.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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