Con un inicio directo (y permitiéndose un homenaje a La cosa del maestro Carpenter), presenta una magnífica historia de terror con reminiscencias lovecraftianas, carpenterianas, e incluso romerianas, sacando lo mejor de King. Sus carencias típicas de serie B se hacen estimables. Esos personajes arquetípicos, los bichos, alguna crítica política... Todo encaja muy bien.

Darabont se regodea en el desmoronamiento moral del individuo ante el miedo a lo desconocido mediante la tensión que se va acumulando en el espacio cerrado, dejando al ser humano a la altura del betún, convirtiéndolo en algo más peligroso y temible que los peligros que se esconden en la propia niebla.

Es una obra reforzada en su naturaleza coral. Los personajes importan, para bien o para mal, y Marcia Gay Harden vehicula, en gran parte, el conflicto humano, quizás con excesiva reiteración. Resulta demasiado evidente y explícito y puede llegar a saturar. El elenco de actores está bastante bien, y se agradece que el niño no sea hostiable. Reacciona como lo hubiera hecho cualquier chaval y no se carga a ningún bicho, cosa que hubiera pasado en muchas producciones hollywoodienses (ese Spielberg...).

No obstante, la realización peca de ser un tanto pedestre, con abusos formales un tanto inconsecuentes como zooms telefilmeros a mansalva o ese empecinamiento en los fundidos a negro, y la fotografía es inanalizable, en base a las evidentes desavenencias con los productores respecto al control creativo (esta es una obra en blanco y negro que, por imposiciónes comerciales, se ha visto adulterada).

Para finalizar remata la faena con un desenlace puro Lovecraft, revanchista e irónico.

18 millones de dólares. Y pensar en los presupuestos que manejan Indy IV o Speed Racer...