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Voto de AlvaroFaure:
9
Drama A Emilia, una modesta empleada de una casa de modas, la invita a ir a la verbena un compañero de trabajo del que está enamorada. Como no tiene ningún vestido adecuado, toma prestado uno de la tienda, pero nada saldrá como ella espera. (FILMAFFINITY)
24 de enero de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1956, Juan Antonio Bardem filmaba la que es para mí y a día de hoy –factor importante, con tanto por recorrer– una de las diez mejores películas españolas de la historia. En ella, un puñado de hombres sin nada mejor que hacer deciden engañar a una mujer haciéndole creer que uno de ellos está enamorado y quiere casarse con ella.

Influido por el neorrealismo, Bardem parecía tomar el camino de la delicadeza y el lirismo propios de un primerizo Fellini –el espíritu de la magnífica «I Vitelloni» da la sensación de aparecerse por momentos– antes que el del barroquismo dramático de otros italianos, que cortaban y limaban sus obras dotándolas de sequedad, persiguiendo la crudeza, en lugar de dejarlas fluir por las vías de la poesía en busca de la belleza.

Mur Oti, aunque más cercano a estos últimos –especialmente por su sentido de la tragedia–, aúna en su «Cielo negro» las mayores virtudes de ambas visiones para construir una de las obras más grandes de nuestro cine, combinando hermosas secuencias en las que la cámara parece acariciar a sus personajes con dolorosas puñaladas en el estómago que perturban los pequeños momentos de calma que se permiten al espectador y a su sufrida protagonista.

Así, el encanto que desprenden algunos momentos y la lucidez con la que su director escoge y filma destellos de lo cotidiano humanizan a unos seres destinados a la desgracia, sometidos a las leyes que impone el demiurgo, un impecable artesano con gusto por el detalle que, a modo de puente entre las diferentes posiciones, se recrea en el drama con la intención de usarlo como medio en lugar de como fin.

Por último, en uno de los mejores cierres jamás filmados, la salvación que se encuentra tras la puerta es un espejismo, un engaño, el consuelo final para quien no cree en nada. Al igual que en la primera parte del decálogo de Kieslowski, reina la ambigüedad y se abre el debate. Para algunos, sin embargo, el asunto está claro: no queda esperanza.
AlvaroFaure
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