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Voto de AlvaroFaure:
9
Drama Una mujer que empieza a trabajar en una editorial se ve envuelta en la aventura amorosa de su jefe cuando la mujer de éste la confunde con la amante, una ex empleada con la que acaba de romper. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ocurre con Hong Sang-soo, al igual que con otros pocos cineastas, que tiendo a sentir su última película vista como su mejor obra, o al menos como una de sus mejores, de manera que a medida que saca un nuevo trabajo o reviso los que ya he visto estos se van colocando progresiva y ordenadamente por encima de todas las obras anteriores, llegando a un punto en el que simplemente no me siento capacitado para afirmar cuál es mejor que cuál porque, aunque suene tonto, todas son las mejores.

Cuento esto porque el chiste fácil aquí es decir, como se dice de broma habitualmente, que esto es así porque «todas son la misma película» y creo que en parte es así, pero de esa forma no sería tan difícil –en caso de ser exigido a punta de pistola– establecer una jerarquía guiándose cada uno por sus filias particulares –me gusta más aquella que trata sobre tal cosa o aquella que era en blanco y negro en la que se decía tal frase–. Lo que ocurre es que esto es así –todas las películas son la misma– y al mismo tiempo es todo lo contrario, y eso es lo que hace tan apasionante la filmografía de este hombre.

Lo que Hong Sang-soo realiza son variaciones en torno a un mismo asunto que no creo que seamos capaces de concretar todavía, pero que arrastra con él una serie de temas satélite, de manera que el compendio total de su obra es algo así como la observación desde diversos puntos de vista cinematográficos y bajo distintas ópticas de un mismo problema o sentimiento raíz –no completamente definido– a partir de casos puntuales, historias particulares, eventos aislados y concretos que comparten un núcleo esencial sin remitir al espectador a ninguna de las grandes, difusas y estériles preguntas de la humanidad sino a su realidad más vívida e inmediata, a las pequeñas frustraciones e ilusiones de su día a día.

Como si para explicarnos y explicarse a sí mismo algo muy importante para él y para nosotros a un nivel muy íntimo y cotidiano tuviese que inventar –¡mejor aún!, adaptar desde su realidad más cotidiana– una serie de historias de errores y aciertos, alegrías y tristezas, encuentros y desencuentros, triunfos y fracasos que terminen dando forma de manera conjunta a esta idea, no únicamente a través de sus propias vivencias –y esto es lo que me parece más importante– sino a través de las nuestras como espectadores, de nuestra manera de vernos reflejados en las buenas y en las malas conductas de sus personajes, de nuestra manera de identificarnos o identificar a otras personas en sus sujetos, de nuestra manera de comprenderlos y perdonarlos y de hacer las paces con nuestro pasado y de ordenar nuestro presente a través de ellos.

Lo que convierte «The Day After» en una de sus mejores películas –como sus otras mejores películas– es el hecho de contribuir a todo esto desde un punto de vista mucho más conceptual que de costumbre sin separarse ni un instante de las emociones, del impecable relato que la convierte en una película más de Hong Sang-soo. Aquí todo se reduce a la mínima expresión: unos pocos lugares y unos pocos personajes –hasta el momento nada nuevo– que representan cada uno de ellos un papel específico y muy concreto dentro de la obra –en el caso de los personajes: el hombre, la amante, la mujer y un sujeto un tanto más ambiguo pero mucho más interesante a nivel conceptual que es el de la nueva empleada–. De esta forma, parece como si Hong Sang-soo hubiese transformado todos los variados poliedros de sus anteriores películas en una abstracción casi definitiva –cuadrado rojo, triángulo verde, círculo azul y rombo amarillo– sin sacrificar por un instante nada de lo demás, buscando de qué manera se puede hablar de las emociones humanas y los problemas de las relaciones interpersonales a través de sujetos-esquema, de conceptos sencillos como p y q en cualquier enunciado lógico.

Esta especie de depuración –nunca simplificación, puesto que la RAE habla de hacer simple lo complejo, y en Hong Sang-soo nunca parece haber existido ninguna división entre lo uno y lo otro– también afecta a la forma de filmar la historia, recuperando el fantástico engaño de las ilusiones en «Yourself and Yours» para aplicarlo en este caso al flashback, que mediante la confusión funciona muchas veces como resorte emocional, en colaboración con la habitual habilidad de Hong para alargar cada plano justo hasta el último segundo necesario para capturar la más infinita de las tristezas o la mayor de las esperanzas en el instante del corte, como si cada decisión formal acompañase a una emoción de manera increíblemente sutil y espontánea.

Así, guiados por su cuidadosa mano, vamos rellenando esta historia de conceptos en torno al aparente relato de siempre con nuestras propias experiencias, acompañando a un hombre que llora angustiosamente con el recuerdo de nuestra pasada agonía o abrazando a la chica injustamente tratada con nuestra más sincera comprensión. Si siempre he considerado que John Ford es el cineasta que encarna la reconciliación entre dos mundos aparentemente enfrentados –indios y blancos, unionistas y confederados, progresismo y tradicionalismo, etc–, Hong Sang-soo es el cineasta que encarna la reconciliación con nosotros mismos, con todas esas partes de nosotros enfrentadas que representan cada una de las malas acciones y las terribles decisiones de nuestra vida de las que nos arrepentimos con tanta fuerza y rechazo que pasan a ser entidades ajenas a nosotros y que, finalmente, solo a través de la comprensión y la esperanza que otorgan sus películas estamos dispuestos a entender, perdonar, olvidar y acoger de nuevo en nuestro seno con la promesa de cuidar nuestra integridad con fuerza para nunca más volver a fragmentarnos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
AlvaroFaure
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