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Voto de astimegoesby:
8
7,6
1.791
Western
Al forajido Wes McQueen le ayudan a escapar de prisión para que colabore con su banda en un último asalto al tren. Pero no le agradan sus nuevos compañeros, excepto Colorado Carson, una bella mujer ex-bailarina de music-hall. (FILMAFFINITY)
18 de septiembre de 2009
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la descripción que se nos hace de Todos los Santos, hasta el emocionante final en el Cañón de la muerte, todo lo relacionado con lo fúnebre, con el fin de algo, con la muerte, impregna toda la película.
Prácticamente no existe un sólo plano de la acción que acontece en Todos los Santos, en la que Walsh no encuadre una ciudad en ruinas, muerta. Unos personajes espectrales en una película de marcado carácter fúnebre, como años más tarde haría Clint Eastwood en Sin perdón (1992).
Prácticamente no existe un sólo plano de la acción que acontece en Todos los Santos, en la que Walsh no encuadre una ciudad en ruinas, muerta. Unos personajes espectrales en una película de marcado carácter fúnebre, como años más tarde haría Clint Eastwood en Sin perdón (1992).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Breve diálogo entre Joel McCrea (Wes McQueen) y un personaje episódico, como mejor ejemplo del concepto espacial que Raoul Walsh desarrolla en la película:
«—Hola.
—Hola.
—¿Cómo se llama este lugar?
—Este es el Cañón de la muerte, amigo.
—¿Y aquello de allí?
—¿Eso? Es la Ciudad de la luna, al menos así la llaman los indios. Una ciudad muerta colgando en el vacío.
—¿Está lejos Todos los Santos?
—Está más hacia el norte, entre montañas, cruzando la cima de ese cerro. No pensará dirigirse allí ¿verdad?
—¿Por qué?
—Le diré lo que es Todos los Santos: donde desaparece todo el que llega. Los españoles fueron los primeros, los indios vinieron después y los mataron. Y una epidemia de viruela acabó con los indios. Sólo quedaron escorpiones y lagartos venenosos, y estos también desaparecieron con un terremoto. Ya nadie más ha vuelto allí amigo, a no ser tal vez, alguna serpiente que no sabe dónde se mete.
—Yo sí lo sé».
«—Hola.
—Hola.
—¿Cómo se llama este lugar?
—Este es el Cañón de la muerte, amigo.
—¿Y aquello de allí?
—¿Eso? Es la Ciudad de la luna, al menos así la llaman los indios. Una ciudad muerta colgando en el vacío.
—¿Está lejos Todos los Santos?
—Está más hacia el norte, entre montañas, cruzando la cima de ese cerro. No pensará dirigirse allí ¿verdad?
—¿Por qué?
—Le diré lo que es Todos los Santos: donde desaparece todo el que llega. Los españoles fueron los primeros, los indios vinieron después y los mataron. Y una epidemia de viruela acabó con los indios. Sólo quedaron escorpiones y lagartos venenosos, y estos también desaparecieron con un terremoto. Ya nadie más ha vuelto allí amigo, a no ser tal vez, alguna serpiente que no sabe dónde se mete.
—Yo sí lo sé».