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Santo Tomé y Príncipe Santo Tomé y Príncipe · Villacanicas del Hoyo
Voto de McCunninghum:
8
6,2
117
Documental El film arranca con una clarificadora nota del realizador: “No tengo ni celuloides ni cintas de video. Sólo tengo números almacenados en discos duros y en forma de cajas de memoria llamadas quicktimes. De ella, he extraído imágenes que ahora junto, ordeno y presento con sinceridad. Aunque, verdades, no son”. Tras un accidente que lo deja en cama durante dos meses, el realizador recupera imágenes y descartes que viene archivando durante ... [+]
30 de marzo de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Color perro que huye, la obra del degenerado Duque comienza, parafraseando a Paul Virilio, con el accidente original. Duque se ve obligado, tras una caída, a permanecer inválido en su casa, como el James Stewart de Rear Window (54). También pertrechado con una cámara, aunque las vistas por su ventana son bien decepcionantes, Duque tiene otra ventana, una que el perverso Alfredo jamás hubiera imaginado: Internet. Volcándose sobre el ordenador, Duque comenzará por volcar sus discos duros, sus quicktimes. Así, este ejemplo es nítido de aquello que decíamos más arriba del abandono del término de películas por el más contemporáneo y eficaz de “archivos de datos”, provoque esto el consabido mal –o bien- de archivo consecuente. La noción de film-ensayo que antes esgrimíamos es ciertamente poco complementaria con la tradicional y ortodoxa noción de película. No sólo por el conato matérico (los avis, ls dvs y el hd no son “película”), sino por la percepción que de ellas tenemos: son siempre parte de un proceso, nunca terminado. El concepto de work in progress como categoría definitoria de la Modernidad (también en su versión hipermusculada). Como la de Ion de Sosa, la pieza de Duque es también un collage de recortes de diversa procedencia, lo que conlleva un viaje fragmentado con subidas y bajadas, momentos mágicos con otros anodinos, ideas brillantes seguidas de escenas pueriles: como la sesión de un Dj que no pone sólo temones. Los mejores momentos son los alcanzados desde el montaje, incluyendo el sampleado de material encontrado en youtube o procedente de otros filmes, las referencias al suicida Andrés Caicedo e Iván Zulueta, figuras protopunks y seguramente luminarias del propio Duque. Menos interés revierten algunas puestas en escena (como la del río, donde un hombre deja ir su zapato y se escucha al propio Duque conminarle a seguirlo, o la de su amiga semidesnuda en la cama abrazando una bola de pilates, mientras Duque nos habla en subtítulos), o la secuencia en Venezuela (todo sea dicho, con el maravilloso momento en que Duque cede la cámara a un niño para que filme lo que quiera, editando luego el material íntegro). De todas formas, a lo largo del delicuescente viaje que Duque plantea, acabamos descubriendo unas cuantas cosas, además de ese extraño tipo de negro que forma un perro al salir huyendo, u hostiándose contra la pared: que el cine es un ente vivo, indefinido, imperfecto y en movimiento. Que podemos celebrar, con Portabella, que “el cine se mueve a sus anchas en un estado de permanente mudanza y periodos mutantes: la producción cinematográfica ha explotado”. (5) La excelsa imperfección del archivo de datos presentado por Duque mereció además el Premio del Público.
McCunninghum
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