Tú tienes las alas, yo pongo la presión, lo que tienes que cambiar es la inclinación.
No creo que se merezca una puntación tan baja, pero bueno. Y es cierto que es una película que bien te puede gustar bastante o te puede parecer un "tostón", pero más allá de todo esto, la envoltura de ensoñación que rodea todo el film es un intento claro de expresión artísitica que intenta ir un poco más allá.
Hay diferentes formas de disfrutarla: sentarte y esperar un desenlace, o sentarte y disfrutar del concepto artístico de "conciencia".
Aplaudo este intento de mantenerse en un limbo atemporal de narración; Vadim Perelman consagra así un estilo propio e inconfundible, a la espera de un nuevo título.