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Voto de Maggie Smee:
8
5,9
77
Comedia. Drama
Georgia es una exalcohólica de 38 años que ha pasado tres meses internada en una clínica intentando desintoxicarse. Cuando sale, su hija le propone vivir con ella hasta que tenga que ir a la universidad. La relación no es fácil, pues Georgia no está acostumbrada a responsabilizarse de nada. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2018
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hacer este comentario que no tenía previsto de “Sólo cuando me río”, surge por casualidad, al comprobar que contaba con pocos votos, no había ninguna crítica previa y cuya nota media era baja.
Hace poco, el gran Neil Simon fallecía en su ciudad natal, Nueva York, el 26 de agosto de 2018 a los noventa y un años. Su carrera teatral ha estado plagada de éxitos que fueron llevados a la pantalla, incluso también creó guiones originales para el cine. Colaboró en proyectos para televisión y prensa escrita en la que también encontró gran resonancia popular. Fue nominado a los Emmy, a los Oscars y por supuesto a los Tony de teatro (pocos alcanzarán igualar sus setenta candidaturas), además de obtener otras muchas distinciones y un premio Pulitzer. Sus obras han sido traducidas a muchos idiomas y en España, al igual que en Estados Unidos y en multitud de países, bastantes de sus obras se siguen llevando al escenario, sea para el público o en escuelas de Arte Dramático, donde son ejemplo de estudio y obligadamente sus alumnos montan escenas para adquirir rodaje.
En los años sesenta, la unión con el director Mike Nichols en Broadway, le catapultó definitivamente a la fama para el “gran público” americano, donde empieza un periodo dorado que abarca hasta bien entrado los años noventa. El cenit probablemente sea la casi una década que dura su matrimonio con la actriz Marsha Mason, desde 1973 a 1981, aunque hasta 1983 permanecen colaborando, ya que ella, además, pasa a ser su musa artística en muchos de sus proyectos y en el que Mason consigue ser nominada como mejor actriz principal al “Oscar” en cuatro ocasiones por películas conocidas aquí en España, como “La chica del adiós”, a películas que injustamente pasaron casi desapercibidas como “Capítulo dos” o esta que nos ocupa, “Sólo cuando me río”, que quizás sea la gran desconocida y por la que siento debilidad. Simon, con gran autoridad en el mundo del teatro, llegó a ser uno de los pocos autores cuyo rostro el público conocía como si de un actor se tratara, y llegó a presentar algunos premios de la Academia de Hollywood, como por ejemplo en 1973, junto a su mujer, el “Oscar” al mejor guión original que recayó en David S. Ward por “El golpe”.
“Sólo cuando me río”, como hemos dicho, pasa por nuestro país sin pena ni gloria, de entrada quizás por contar con un mediocre doblaje que anulaba el cinismo y la gracia de sus diálogos. Se trata de una adaptación de una obra de teatro del mismo Neil Simon titulada “The Gingerbread Lady”, uno de sus escasos fracasos comerciales. Por voluntad propia altera la obra, cambia los nombres de los protagonistas y elige a sus actores, reservando el papel principal a Marsha Mason, con el fin de hacer la versión cinematográfica que se le antoja. El guión ha sido imitado miles de veces y es un bombón para cualquiera de sus actores: Georgia Hines, actriz y madre de una hija adolescente, tras varios meses de rehabilitación para dejar el alcohol, recibe el alta en la clínica para cumplir con sus labores como madre, cuidar su reducido círculo de amigos y volver a los escenarios como actriz. Llena de inseguridades, a sus casi cuarenta años, intentará hacer frente a todo por primera vez en su vida. Para colmo, la obra que le ofrece su ex marido es casi un calco de lo que hasta ahora ha sido su vida y se titula “Sólo cuando me río”.
Y es que el humor, a pesar de todo lo dicho, es la base para soportar toda clase de problemas, que es el “leit motiv” no sólo de esta obra sino de gran parte de las obras de Simon. De hecho hay una escena en que su hija, Polly, le pregunta a su madre por el título de la obra y Georgia le explica que todo viene de una anécdota, de un faquir que se introduce un enorme sable y alguien le pregunta si le duele, contestando el faquir: “Sólo cuando me río”. ¡Ay, Dios mío! Es una expresión que he usado tanto con las amigas para expresar mi estado anímico y que aprendí gracias a este film...
Por falta de espacio prosigo en la zona del spoiler sin destripar nada.
Hace poco, el gran Neil Simon fallecía en su ciudad natal, Nueva York, el 26 de agosto de 2018 a los noventa y un años. Su carrera teatral ha estado plagada de éxitos que fueron llevados a la pantalla, incluso también creó guiones originales para el cine. Colaboró en proyectos para televisión y prensa escrita en la que también encontró gran resonancia popular. Fue nominado a los Emmy, a los Oscars y por supuesto a los Tony de teatro (pocos alcanzarán igualar sus setenta candidaturas), además de obtener otras muchas distinciones y un premio Pulitzer. Sus obras han sido traducidas a muchos idiomas y en España, al igual que en Estados Unidos y en multitud de países, bastantes de sus obras se siguen llevando al escenario, sea para el público o en escuelas de Arte Dramático, donde son ejemplo de estudio y obligadamente sus alumnos montan escenas para adquirir rodaje.
En los años sesenta, la unión con el director Mike Nichols en Broadway, le catapultó definitivamente a la fama para el “gran público” americano, donde empieza un periodo dorado que abarca hasta bien entrado los años noventa. El cenit probablemente sea la casi una década que dura su matrimonio con la actriz Marsha Mason, desde 1973 a 1981, aunque hasta 1983 permanecen colaborando, ya que ella, además, pasa a ser su musa artística en muchos de sus proyectos y en el que Mason consigue ser nominada como mejor actriz principal al “Oscar” en cuatro ocasiones por películas conocidas aquí en España, como “La chica del adiós”, a películas que injustamente pasaron casi desapercibidas como “Capítulo dos” o esta que nos ocupa, “Sólo cuando me río”, que quizás sea la gran desconocida y por la que siento debilidad. Simon, con gran autoridad en el mundo del teatro, llegó a ser uno de los pocos autores cuyo rostro el público conocía como si de un actor se tratara, y llegó a presentar algunos premios de la Academia de Hollywood, como por ejemplo en 1973, junto a su mujer, el “Oscar” al mejor guión original que recayó en David S. Ward por “El golpe”.
“Sólo cuando me río”, como hemos dicho, pasa por nuestro país sin pena ni gloria, de entrada quizás por contar con un mediocre doblaje que anulaba el cinismo y la gracia de sus diálogos. Se trata de una adaptación de una obra de teatro del mismo Neil Simon titulada “The Gingerbread Lady”, uno de sus escasos fracasos comerciales. Por voluntad propia altera la obra, cambia los nombres de los protagonistas y elige a sus actores, reservando el papel principal a Marsha Mason, con el fin de hacer la versión cinematográfica que se le antoja. El guión ha sido imitado miles de veces y es un bombón para cualquiera de sus actores: Georgia Hines, actriz y madre de una hija adolescente, tras varios meses de rehabilitación para dejar el alcohol, recibe el alta en la clínica para cumplir con sus labores como madre, cuidar su reducido círculo de amigos y volver a los escenarios como actriz. Llena de inseguridades, a sus casi cuarenta años, intentará hacer frente a todo por primera vez en su vida. Para colmo, la obra que le ofrece su ex marido es casi un calco de lo que hasta ahora ha sido su vida y se titula “Sólo cuando me río”.
Y es que el humor, a pesar de todo lo dicho, es la base para soportar toda clase de problemas, que es el “leit motiv” no sólo de esta obra sino de gran parte de las obras de Simon. De hecho hay una escena en que su hija, Polly, le pregunta a su madre por el título de la obra y Georgia le explica que todo viene de una anécdota, de un faquir que se introduce un enorme sable y alguien le pregunta si le duele, contestando el faquir: “Sólo cuando me río”. ¡Ay, Dios mío! Es una expresión que he usado tanto con las amigas para expresar mi estado anímico y que aprendí gracias a este film...
Por falta de espacio prosigo en la zona del spoiler sin destripar nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Prosigo en esta zona del spoiler por falta de espacio, pero repito, sin destripar nada.
Las escenas con los amigos, así como las escenas intimistas con su hija, son un ejemplo de equilibrio entre comedia, casi vodevil, combinado con el drama que plantea. Las escenas del mundillo teatral que tan bien conoce su autor, son absolutamente creíbles, aunque no lleguen a un profundo análisis como hiciera por ejemplo Cassavetes, pero están llenas de verdad.
Marsha Mason, con un personaje a medida, hace una gran demostración de su talento gracias a las posibilidades que su personaje ofrece, personaje que, según su autor, se inspira en Judy Garland. Kristy McNichol como Polly, joven actriz que ya teníamos fichada por trabajos anteriores, da muestras de naturalidad y eficacia con el rol que desempeña. James Coco que también impuesto por Simon, y ya que había colaborado anteriormente con él en varias ocasiones, sobre todo en la exitosa “Un cadáver a los postres”, hace una buena labor como Jimmy, aunque se trata del único caso por ahora de que a un actor se le nominaba a un “Oscar” y a un Razzie por el mismo papel. La verdad es que no merecía que le nominaran al Razzie. En esa segunda edición de los Razzies se cometieron una serie de errores garrafales, fuera premiar como peor director a Michael Cimino por la que hoy es considerada un clásico maravilloso, “La puerta del cielo”, nominar a Blake Edwards por “S. O. B” o no premiar “Los locos del Cannonball”, “Estos zorros... locos, locos, locos” o a la pestilente “Amor sin fin”, a pesar de su media docena de nominaciones. El caso de la actriz de reparto, Toby Landau que encarnaba la malograda Joan Hackett, fue paradójico. Está estupenda y era una de las favoritas. Ganó el Globo de oro, aunque también estaba nominada su compañera de reparto Kristy McNichol. Para la ceremonia de los “Oscars”, ya muy enferma de cáncer, asistió en silla de ruedas, y se quedó en puertas, llevándoselo otra de las grandes, Maureen Stapleton por “Rojos”, que fue precisamente la actriz que hizo en teatro “The Gingerbread Lady”, la obra a la que adaptó Simon para hacer este film. Cosas de la vida.
El resto de los factores, tanto técnicos como artísticos cumplen. Incluso la criticada banda sonora (por algunos) para mi gusto no está nada mal. Es más, creo que David Shire es uno de esos compositores desconocidos por muchos y que en la mayoría de los casos el resultado en su trayectoria es más que decente. Puede que su dirección, si hubiera recaído en alguien más experto y “ladino” que Glenn Jordan, hubiera sacado algo de más jugo a todo.
Aunque para muchos pueda rozar el aire de telefilm, “Sólo cuando me río” es un buen ejemplo de cine sensible, que no sensiblero, que demuestra que esa comedia neoyorkina contemporánea que alterna géneros y habla de la superación de barreras sentimentales personales, del teatro o de la vida en general, no solo queda reservada para Woody Allen, que sin duda es un maestro en estas lides, si no también a autores como Simon o creadores que siguen su estela como podían ser Paul Mazursky, Herbert Ross, Alan Alda, Nora Ephron o Nancy Meyers entre otros. Una pena también que en España, al igual que muchos títulos, no fuera comercializada en VHS o no exista en DVD, habiéndose pasado hace mil años en escasas ocasiones por televisión y en horarios intempestivos.
Las escenas con los amigos, así como las escenas intimistas con su hija, son un ejemplo de equilibrio entre comedia, casi vodevil, combinado con el drama que plantea. Las escenas del mundillo teatral que tan bien conoce su autor, son absolutamente creíbles, aunque no lleguen a un profundo análisis como hiciera por ejemplo Cassavetes, pero están llenas de verdad.
Marsha Mason, con un personaje a medida, hace una gran demostración de su talento gracias a las posibilidades que su personaje ofrece, personaje que, según su autor, se inspira en Judy Garland. Kristy McNichol como Polly, joven actriz que ya teníamos fichada por trabajos anteriores, da muestras de naturalidad y eficacia con el rol que desempeña. James Coco que también impuesto por Simon, y ya que había colaborado anteriormente con él en varias ocasiones, sobre todo en la exitosa “Un cadáver a los postres”, hace una buena labor como Jimmy, aunque se trata del único caso por ahora de que a un actor se le nominaba a un “Oscar” y a un Razzie por el mismo papel. La verdad es que no merecía que le nominaran al Razzie. En esa segunda edición de los Razzies se cometieron una serie de errores garrafales, fuera premiar como peor director a Michael Cimino por la que hoy es considerada un clásico maravilloso, “La puerta del cielo”, nominar a Blake Edwards por “S. O. B” o no premiar “Los locos del Cannonball”, “Estos zorros... locos, locos, locos” o a la pestilente “Amor sin fin”, a pesar de su media docena de nominaciones. El caso de la actriz de reparto, Toby Landau que encarnaba la malograda Joan Hackett, fue paradójico. Está estupenda y era una de las favoritas. Ganó el Globo de oro, aunque también estaba nominada su compañera de reparto Kristy McNichol. Para la ceremonia de los “Oscars”, ya muy enferma de cáncer, asistió en silla de ruedas, y se quedó en puertas, llevándoselo otra de las grandes, Maureen Stapleton por “Rojos”, que fue precisamente la actriz que hizo en teatro “The Gingerbread Lady”, la obra a la que adaptó Simon para hacer este film. Cosas de la vida.
El resto de los factores, tanto técnicos como artísticos cumplen. Incluso la criticada banda sonora (por algunos) para mi gusto no está nada mal. Es más, creo que David Shire es uno de esos compositores desconocidos por muchos y que en la mayoría de los casos el resultado en su trayectoria es más que decente. Puede que su dirección, si hubiera recaído en alguien más experto y “ladino” que Glenn Jordan, hubiera sacado algo de más jugo a todo.
Aunque para muchos pueda rozar el aire de telefilm, “Sólo cuando me río” es un buen ejemplo de cine sensible, que no sensiblero, que demuestra que esa comedia neoyorkina contemporánea que alterna géneros y habla de la superación de barreras sentimentales personales, del teatro o de la vida en general, no solo queda reservada para Woody Allen, que sin duda es un maestro en estas lides, si no también a autores como Simon o creadores que siguen su estela como podían ser Paul Mazursky, Herbert Ross, Alan Alda, Nora Ephron o Nancy Meyers entre otros. Una pena también que en España, al igual que muchos títulos, no fuera comercializada en VHS o no exista en DVD, habiéndose pasado hace mil años en escasas ocasiones por televisión y en horarios intempestivos.