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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
4
Romance. Drama Paul Dedalus deja Tayikistán recordando su infancia en Roubaix, las locas crisis de su madre, el vínculo que le unía a su hermano Ivan, niño piadoso y violento. Él recuerda sus 16 años, a su padre, viudo inconsolable, el viaje a la URSS donde una asignación clandestina le llevaría a ofrecer su propia identidad a un joven ruso. Recordará también sus 19 años, su hermana Delphine, su primo Bob, de sus escapadas con Pénélope, Mehdi y ... [+]
28 de mayo de 2016
29 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La filmografía de Arnaud Desplechin sobrepasa la decena de trabajos. “Tres recuerdos de mi juventud” ha sido su última película estrenada entre nosotros y ha supuesto su reconocimiento definitivo. Fue premiada en Cannes en la Quincena de Realizadores y como guinda, consiguió ser nominada a once Césars del cine francés, obteniendo solo un premio, pero uno de los más importantes, el de mejor director. Es profeta en su tierra y ha sido comparado por algunos con el mismísimo Truffaut. Toda una exaltación, apoyada por gran parte de los críticos y usuarios y con los que siento mucho discrepar, sobre todo porque ya me gustaría haber “descubierto” que Truffaut tiene, tras décadas desde su desaparición, un sucesor de su línea de trabajo o en su estilo.
Y es que tengo la sensación de algo chocante que pasa desde hace tiempo en el cine francés. Tan elitista como exigente como fue, el cine francés ha ido concediendo licencias y reconocimientos ha directores que plagian obras ya existentes en su cine, carentes de originalidad y cercanos a la pedorrez más criticable. En este sentido el film de Desplechin es indudablemente francés, pero en su concepto más negativo, ya que resulta cargante y muy pretenciosa. Es un anacronismo, tanto por su planteamiento como por su desarrollo.
Arnaud Desplechin y Julie Peyr firman el guión, estructurado en tres partes, tres recuerdos y un epílogo. Los dos primeros recuerdos, los más logrados, son más concretos y breves que su tercer recuerdo, el que realmente ocupa casi todo el metraje y en el que se producen los baches narrativos y reiteraciones. Dicho sea de paso, eso de tres recuerdos quedan bien como título, pero realmente las dos primeras historias quedan ensambladas en la historia tercera, por lo que es un recuerdo con ramificaciones. Y su guión posee unos personajes sin garra, que no van a ningún lado. No es el “ni contigo ni sin ti” pasional de Truffaut, a mí se me asemeja más al dicho de la Gata Flora, con cierto aroma “intelectual”.
Para ello se ha contado con un casting de “qualité” en el que figuran el versátil y también venerado Mathieu Amalric, que a veces se le permite pasarse, saturando, o el gran André Dussollier, aquí desaprovechado, combinado con nuevos rostros como jóvenes protagonistas, ambos nominados como mejores actores revelación, Quentin Dolmaire como Paul Dedales, con un parecido lejano a Olivier Martinez y Lou Roy- Lecollinet como Esther, más cercana a Laetitia Casta que a la imagen del mito perseguido de la Bardot.
El trabajo de Irina Lubtchansky a la fotografía es curioso, por su variedad de tonos, aunque innecesarios los fundidos emulando al citado autor de “Los 400 golpes”, como su pantalla dividida en algunas ocasiones, para hacerla más “chic”, digo yo, porque no veo otra justificación, mientras que la labor de Gregoire Hetzel en la música a veces me molesta, quizás porque utilice música y el clima de Georges Delerue, evidenciando las costuras que pose el film y sus pretensiones. No le doy el aprobado, porque consiguió aburrirme, rematando con un final que se veía venir y que podía haberse producido antes, ahorrándonos algo de metraje.
Maggie Smee
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