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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
3
Terror. Fantástico Cuando empiezan a desaparecer niños en el pueblo de Derry (Maine), un pandilla de amigos lidia con sus mayores miedos al enfrentarse a un malvado payaso llamado Pennywise, cuya historia de asesinatos y violencia data de siglos. Adaptación cinematográfica de la conocida novela de Stephen King "It". (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2017
88 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante uno de los fenómenos taquilleros del año. Tras adaptar la novela “It” para una miniserie en 1990, cayó en el olvido y todo parecía indicar que ya se había “cumplido” con su adaptación. Pero como últimamente está ocurriendo con otros films y con novelas de Stephen King, y ante la falta de creatividad de las “majors” (que no de ideas), ha sido de nuevo utilizada, en esta ocasión para el cine. Y es que antes de contratar a alguien capaz de generar nuevos proyectos cuyo control se les escape de las manos a los ejecutivos, amos y señores que dirigen los estudios, se vuelve a freír el mismo plato, habitualmente para peor, porque deducen que, como ya le suena al público, pues tienen parte de la promoción ganada. Solamente les interesa sacar dinero. Que sea mediocre se la sudan y, además, para encubrir su incultura no tienen que depender de ningún artista que les pueda dar las vueltas o dejarles en evidencia, simplemente ellos deciden quien dirige su proyecto, sin depender de ninguna condición artística, como en el presente caso, en el que se crea una “nueva” franquicia de la que saldrán secuelas a porrillos, todas las que el público esté dispuesto a engullir.

No se puede generalizar, pero si el perfil de los “fans” que serán seguidores de la saga coincide con el público asistente a la sesión que acudí, válgame Dios, estaremos apañados, no porque coincida con ellos en el cine, yo no pagaré por ver ninguna secuela, si no que estos serán el futuro público que condicione el futuro del cine: una horda de niñatos parlanchines, maleducados y sin una gota de cinefilia, aunque sí de consumismo, que se comportarán como si estuvieran en el salón de su casa, comentando lo que les saldrá del potorro, atentos solamente a los momentos de posibles sobresaltos o chistes que se tercien, pero no a la trama, que por cierto, en esta versión de “It” el guión lo firman tres, nada más y nada menos, y emplean dos horas y cuarto que se hacen muy largas.

Está dirigida por Andy Muschietti, el cual presta más atención a la estética, como si fuera un publicista con movimientos de cámara a lo Spielberg, aunque sin su dominio ni talento, con el agravante de tener el mismo sentido del morbo que Eloy de la Iglesia pero sin su gracia. Baste la escena en que se bañan en paños menores en el que sobran los planos de “paquetes” o los pechos sin pezón de Jeremy Ray Taylor. Algo innecesario.
La música es otro pegote que emula al mundo de John Williams aunque cumple con lo que se pretendía, que tampoco era mucho. Más “glamour” desprende Chung- hoon- Cheng a la fotografía, así como su maquillaje o efectos digitales, sobre todo eso se nota en su dirección artística.

Pero “It” carece de clima de terror, ni siquiera tiene una atmósfera inquietante, lo cual es una paradoja para un producto, en teoría, de terror, aunque está destinada descaradamente a un público casi infantil y eso parece no importarle a la joven audiencia. Y eso es lo que más me llama la atención, que esta versión que parece aunar a la pandilla de “Los Goonies” con la agresividad de “The Warriors” es, gratuitamente, una de las películas más sanguinolentas y violentas que hemos visto. Además entre sus ingredientes se toca el maltrato o la pederastia, pero no se ahonda en ellos, es más, parece algo que ni preocupa ni traumatiza. Los pocos personajes adultos son seres idiotas o inmundos violadores y poco importan a lo que se nos cuentan. Por cierto, ¿dónde está el resto de los progenitores de esta “chupi- pandillita”? Tampoco importan. Y aunque realmente no se puede hacer un estudio serio sobre su guión, porque está pensado para un público que no se plantee nada, sí se podría otro sobre su sintomático tratamiento sobre la violencia: adolescentes que sufren “bullying” y que responden con mayor violencia a la que otros emplean contra ellos, mientras otros, como espectadores, lo asimilan con normalidad e incluso jalean a la pantalla pidiendo más sangre o mamporros.

Lo que sí hay es una “nueva” cantera de rostros que empezarán a resultar familiares como Jaeden Lieberher o Sophia Lillis entre otros muchos. Un ejemplo más que de buen casting se trata de cómo renovar rostros para una industria consumista pero a los que le queda madurar como actores. A saber quiénes son los agentes que los representan y cómo habrán organizado el "cotarro" con el director de casting. Pone la piel de gallina más que la película.

Quizás la puntilla de toda esta "infantilización" es descubrir entre sus créditos se dan las gracias a la tienda del gran desaparecido Jim Henson por la creación de la criatura. Ninguna factoría más apropiada y entrañable que la que había participado en “Barrio sésamo” o “Los teleñecos”, por ejemplo, y a falta de que Carlo Rimbladi dispusiera de otra fábrica, de alguien que podía crear “monstruos” tan dispares como “E.T” o el espeluznante bicho de “La posesión” de Zulawski.
Maggie Smee
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