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España España · Madrid
Voto de Eduargil:
8
Drama. Intriga El Cairo, verano de 2013, dos años después de la revolución egipcia. Tras la destitución del presidente islamista Morsi, en un día de violentos disturbios, la policía detiene y encierra en un furgón a decenas de manifestantes con convicciones políticas y religiosas diferentes. (FILMAFFINITY)
30 de mayo de 2017
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este fin de semana nos llega otro estreno proyectado en la sección oficial de la pasada Seminci de Valladolid, Clash, del realizador Mohamed Diab. Además, este segundo largometraje de Diab tras el Cairo, 678 (2010), abrió la prestigiosa sección Una Cierta Mirada del Festival de cine de Cannes 2016. El director egipcio, pasa del acoso sexual del primer film, a los sucesos ocurridos en El Cairo a principios de julio del 2013 después de ser derrocado el presidente islamista Mohamed Morsi, con las calles llenas de gente para celebrar o protestar lo ocurrido. Estreno el 2 de Junio

Cuando Hosni Mubarak es derrocado, se realizan unas elecciones democráticas en Egipto, en las que es elegido como presidente, Mohamed Morsi, líder del partido de los Hermanos Musulmanes. Tras un año en el poder, sin conseguir llevar a cabo muchas de sus promesas electorales y con una fuerte crisis económica generada en gran parte por la caída del turismo y la inversión extrajera (unido al temor de una parte importante de la población al avance del islam, a las preocupaciones de una minoría cristiana y al enfado del ejército por la purga sufrida), el malestar y la desconfianza van en aumento en la sociedad egipcia hasta que la población estalla y sale a la calle. El presidente egipcio lejos de conciliar a todas las partes y apaciguar los ánimos, reacciona blindando sus poderes ante la justicia, lo que acrecienta aún más las reacciones en la calle y las protestas de la oposición que lo tildan de “nuevo faraón”.

El tamaño de la protesta es enorme, más de 14 millones de personas, de los cuales más de doscientas mil se manifiestan en El Cairo. Estamos ante una sociedad al borde de la guerra civil. Las personas que hasta hace poco lucharon juntas para derrocar a Hosni Mubarak ahora están divididas y enfrentadas, llenas de odio y dispuestas a matarse entre sí. En este ambiente alborotado y convulso se sitúa la historia de Clash, rodada prácticamente en su totalidad en el interior de un furgón policial de poco más de ocho metros cuadrados, con una serie de personajes de lo más variopintos detenidos por la policía durante una manifestación. El caos y la locura del exterior se traslada al interior del minúsculo espacio, originando entre los detenidos continuas desavenencias, tensiones y fricciones, lo que conllevará a una serie de agobiantes y claustrofóbicas situaciones a lo largo de todo el recorrido de la furgoneta.

Dentro de la destartalada camioneta policial se encuentran retenidos un grupo diverso de personas formado por periodistas, revolucionarios, partidarios de los Hermanos Musulmanes, defensores del ejército, transeúntes, mujeres y niños sin hogar, uno católico, otros que teóricamente son neutrales, es decir, representan a todo el espectro de la sociedad egipcia y se verán obligados a convivir y ayudarse entre ellos, en condiciones extremas de sed, calor y falta de oxígeno durante muchas horas. Este confinamiento es una poderosa metáfora sobre la polarización beligerante existente en la sociedad contemporánea actual y, en la egipcia en particular, promovida en parte por una inepta e ineficaz clase política que hace oídos sordos a los verdaderos problemas de los ciudadanos . Llevados en un principio por el odio y el rencor, poco a poco se van dando cuenta de que todos son víctimas por igual allí y que, sobre todo, son personas humanas.

El director Mohamed Diab no toma partido por ningún bando e intenta mostrar el lado humano de los personajes atrapados en el furgón, para de esta manera, comprender mejor la ideología y las motivaciones de cada uno de los bandos. La situación originada en el interior del vehículo está llena de ironía, ya que los detenidos en un principio se pelean entre sí para poder salir de allí, y posteriormente se ayudan mutuamente para mantenerse dentro. El viaje se vuelve cada vez más peligroso, aparecen atrapados en plena zona de combate envueltos por gases lacrimógenos, posteriormente se encuentran en linea de fuego por los disparos de un francotirador situado en un edificio próximo, para terminar arrollados por una multitud encolerizada bajo los disparos de punteros láser verdes que atraviesan las ventanas del furgón para convertir una realidad oscura y claustrofóbica en otra de terror apocalíptico.

Muy pocas veces en Clash vemos el exterior del vehículo y el hecho de que no tengamos una imagen clara de lo que está pasando acrecienta la sensación de caos. La perspectiva de la cámara nos introduce en el interior como si fuéramos un detenido más del grupo y consigue transmitir con éxito la claustrofobia experimentada por los personajes. Las únicas imágenes que obtenemos del exterior están restringidas por diminutas ventanas con barrotes. El manejo de cámara en mano de Ahmed Gabr es extraordinario, más si tenemos en cuenta, las dificultades técnicas del rodaje con las que contó provocadas por las limitaciones de espacio y la luz. Los movimientos temblorosos de la cámara y el uso de sonidos ambientales durante la filmación aumenta la sensación de realismo y autenticidad.

El terror, la violencia omnipresente, el miedo a la muerte convierten a Clash en una película extremadamente intensa.
Cinemagavia http://cinemagavia.es/critica-pelicula-clash/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eduargil
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