Es de esas veces que me siento muy pequeño a la hora de hacer una crítica sobre una película.

Soy amante de la ciencia ficción a todos los niveles, y he tardado, atención, 22 años en ver Gattaca. Algo en mi interior sentía pereza, me tiraba para atrás una película que debía haber visto hace mucho tiempo, y tal y como sospechaba quedé encantado con lo que vi.

El futuro que plantea Andre Niccol es más que interesante, y sí, factible tal y como dejan caer, aunque éste esté hiperbolizado en la película. Además, parece que en 1997, cuando el tema de la clonación y por ende la genética estaba como más de actualidad, el futuro parecía todavía más factible. En cualquier caso, un contexto inmejorable que plantea ya de base un montón de cuestiones sobre ética, moralidad y humanidad.

Pero aquí está el giro, un giro que rara vez veo. En lugar de centrarse en las típicas preguntas morales y existencialistas que derivan de este tipo de sociedades la película no va de eso, y cuenta una historia de superación y de relaciones personales que hacen que, te guste o no la ciencia ficción, sea un placer verla. Una fotografía increíble junto a una selección de planos completamente memorables convierten una historia que, no nos engañemos, es un poco "adolescente" en una producción llena de sentido y madurez.

Gattaca es otra de esas películas que tienen un algo especial que no sé definir, una cantidad de intangibles que la convierten en una nube de sentimientos por encima de la propia ciencia ficción, que actúa de forma casi contextual en una trama completamente atractiva. Llegas por la sinopsis y te quedas por lo que sientes.