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Voto de Cinemagavia:
9
Terror. Drama Los miedos más terroríficos acechan a una niña en su habitación cuando se apaga la luz, antes de dormir. Aunque el padre intenta calmarla, la oscuridad y lo desconocido son mucho más poderosos y voraces. Y algo peor aún: esconden una realidad escalofriante. (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2019
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Agárrame a esa vieja…

En Miedos, la cosa ya empieza de forma distinta, porque la disposición de los encuadres de cámara, así como la foto, es imposible no entroncarla con aquellos films de terror ochenteros sacados de la pluma de Stephen King, o de nuestro Narciso Ibáñez Serrador.

En cualquiera de los casos, la clásica pauta de “el monstruo debajo de la cama” no se repite, y es de agradecer (bajando mi guardia como espectador y cayendo en la finta de su antecedente). Su planteamiento y catalizador no es muy diferente del que hemos visto en otros cortometrajes como Lights Out, de David F. Sandberg (2013), que recurren al mecanismo de “se apaga la luz y…”.

En ocasiones veo viejas salir del armario

Tranquilos, que esta vez no dejaré entrever los absurdos spoilers (con Miedos), que la generación mainstream tanto detesta: la vieja sale, se asoma sutilmente, como una entidad extraña, viscosa, de dedos largos y uñas afiladas… Y el padre, magnífico Carlos Santos, enciende la luz y que nada, que aquí no ha pasado nada.

Y esta vieja… Me evoca a un vástago cruzado del Babadook, de Jennifer Kent (2014) y The Witch, de Robert Eggers (2015). Y esa ambientación azulada, nocturna, pero a su vez hogareña, inevitablemente costumbrista; sí, amigos, al Shymalan de El Sexto Sentido (1999), especialmente en el enfoque de su infante protagonista, como ya hiciera el primero en su largometraje.

Freud tenía razón

Ignoro si don Germán Sancho con Miedos habrá leído al padre del psicoanálisis. Y más específicamente, su artículo sobre Lo Siniestro (Unheimlich) de 1919, paradigma vertebrador de la filmografía lynchiana. De no ser así, su tesis de partir, ya no de lo mundano, u hogareño, algo que el cine de terror japonés ha sabido utilizar excelentemente, sino a apuntar directo a las emociones de la sociedad española, o el género literario que mejor desarrollara Galdós: nuestro costumbrismo.

¿Para qué? Para trastocarlo, emplearlo de manera orgánica para elaborar lo que me atrevería a advertir como “terror cotidiano” o “costumbrismo siniestro”. Puede resultar tanto y cuanto más atroz y contundente, el pay off a modo de gancho directo a mi mandíbula, el susto sorpresa propio del cine de James Wan y de la tradición noventera del slasher teenager.

Conclusión: Artesanía e ímpetu

Ante todo, Germán Sancho me ha demostrado que es un artesano, que tiene muy claro cuál es el tipo de cine de género que quiere realizar, así como una serie de inquietudes que no voy a desmenuzar por evitar el llanto y crujir de dientes de los lectores (yo también os quiero).

En resumidas cuentas, sigan el trabajo de cerca de este cineasta, porque sin quererlo ni beberlo nos ha demostrado nuevamente que menos es más y que se pueden hacer obras maestras de corta duración. Yo por mi cuenta: me quito el sombrero ante él con Miedos.

Escrito por Álvaro Panadero Jiménez
https://cinemagavia.es/critica-miedos-cortometraje/
Cinemagavia
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