Despropósito monumental a cargo del amigo Mark Steven Johnson. Repasando su filmografía, uno se plantea como narices se le permite seguir rodando películas, pero ahí está, deleitándonos una y otra vez con su buen hacer cinematográfico.

Resulta que hay un ex-militar norteamericano (De Niro) que vive en una cabaña abandonada de la mano de dios, y un día cualquiera, se le estropea el coche. Pero no pasa nada, porque un señor bien majo (Travolta) aparece y se lo arregla.

Como agradecimiento, el primero le invita a cenar en su casa y se toman unas cuantas copas de más. Hablan, se ríen, y disfrutan mutuamente de una amena velada, porque oye, la vida es muy dura y hay que compartir experiencias.

Al día siguiente, se van de caza y voilà: se acaba el buenrollismo imperante. Resulta que el hombre bien majo que le había arreglado el coche es un antiguo soldado serbio de la guerra de los Balcanes, que anda un poco mosqueado con algunas cosillas que no le hicieron mucha gracia en su momento.

A partir de ahí, asistimos a una especie de juego del ratón y el gato con escenas a cual más ridícula. Uno atrapa al otro, se escapa, el otro atrapa al primero y vuelta a empezar. Pero ojo, sin matarse que eso está muy feo. Primero debemos confesarnos de nuestros pecados para alcanzar la redención y subir al reino de los cielos, que ahí se está muy calentito y la comida es gratis.

Mark Steven Johnson se olvida de profundizar en los personajes, no vaya a ser que nos perdamos sus estupendas escenas de acción, y convierte los traumas de cualquier militar sumido en un conflicto armado en una caricatura triste y estereotipada.

Y para colmo, nos ofrece uno de los finales más esperpénticos que uno recuerda. ¡¡ Con dos pelotas, di que si !! Lo explico en el spoiler.

Gracias a dios, no dura mucho. Casi diría que es el único punto positivo del film.

Espero con ansias la nueva película de Mark. Gente así da lustre al séptimo arte.