A la historia del marino en la montaña le falta realismo y verosimilitud. A veces nos quejamos de los Stallone o Seagal de turno, pero es que aquí falta poco para hacer lo mismo. Redford, en toda la última parte del film, parece un boina verde. Su forma de atacar a los indios Crow es una gran fantasmada, estos le hubiesen olido 1km antes de que se acercara y le hubieran sacado la lengua a pedacitos. Lo indios parecen unos excursionistas, no se enteran, mientras los blancos les atacan mientras duermen. Ja, ja, ja. Por supuesto uno detrás de otro los indios no serán capaces de matar a Johnson, que se salvará, incluso con lanza incrustada en el estómago.

Hay otras escenas debatibles como las que se refieren a los animales, un oso que no atrapa a un viejo a la carrera y que entra en la casa, una manada de lobos que son sorprendidos por un hombre que viene corriendo, y estos en vez de huir se quedan, lo cuál pudiera darse si se encontrasen muy hambrientos, pero si así fuera, date por muerto, sin embargo Johnson se les ventila a mamporros, la construcción de la cabaña del Tío Tom con una mujer y una niño...

Es curioso que en realidad sea una película más para urbanitas que ansían la libertad de la montaña, que no un verdadero estudio biogeográfico y antropológico de lo que era la vida en las Rocosas a mediados del siglo XIX.

Pero aún así, ¡Qué bonita es!

Nota: 7,4