Sherlock Holmes continua siendo uno de los personajes literarios más atractivos que uno pueda encontrar para trasladarlo al cine, aunque como todo aquello con lo que se suele abusar, sus adaptaciones no han sido siempre muy brillantes.

Las que hizo en los años cuarenta Roy William Neill no son malas, pero no podemos decir tampoco que sean una maravilla. Si no fuera por la interpretación de Basil Rathbone –para mí uno de los mejores Holmes de siempre-; ese encanto propio de la serie B; las tramas sencillas con ambientación teatral; y –por qué no decirlo- la escasa duración de estas películas, no podríamos casi ni recordarlas.

“Terror en la noche” no es precisamente de las más logradas, tiene lo señalado anteriormente pero falla en un guión más inverosímil que de costumbre, muy alejado del espíritu de Arthur Conan Doyle, que se vuelve en su contra.

Lo mejor es sin duda ese fantástico tren de pasajeros, que es un protagonista más de la trama y el sentido puramente ocioso de la historia, con sólo un objetivo: pasar el rato, aunque ya advierto que con algunos giros más propios de equilibristas que de auténtico cine de intriga.

Dentro del nivel de interesante, más mirando hacia abajo que hacia arriba.