Lo que han hecho en cuarenta años los hombres y mujeres de Saturday Night Live es impresionante. Muchos grandes han pasado por allí. No vale la pena enumerarlos. Lo que sí vale la pena reconocer es la valentía para asumir el humor como un trabajo serio en el que siempre se pueda poner el dedo en la llaga y ofrecer crítica social, política y cultural que reivindica el papel mismo de los medios de comunicación.
Cuarenta años es una cifra alta para las generaciones recientes que han vivido cambios tan vertiginosos ligados a las telecomunicaciones y la tecnología. SNL se ha convertido en una fuente muy apropiada para acercarnos, por lo menos, a la mirada profunda que la televisión norteamericana puede dar de la vida cotidiana y de sus fenómenos culturales. En esos cuarenta años, los personajes, los sketches, las parodias, las imitaciones, han sido el común denominador de la influyente escuela neoyorkina que a todo se ha atrevido.
El programa como tal está hecho para conocedores de la serie, es una celebración y, por tanto, es como una participación de una fiesta ajena. Por ello lo que se ha hecho aquí es un llamativo resumen que, con muchas celebridades a bordo, impulsa, ojalá, otros cuarenta años más.