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Voto de Morenito de Maracay:
8
8,1
55.250
Comedia. Drama. Romance
Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro en el que cuenta las intimidades de su matrimonio. Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el ... [+]
18 de marzo de 2008
357 de 370 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manhattan no tiene doble mortal con tirabuzón en su trama; no tiene un falso culpable, ni un crimen que resolver; no tiene un giro inesperado en su desenlace, y sin embargo no se me ocurre como hablar de ella fuera del spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En Manhattan es más importante parecer sexy que serlo. El primer diálogo de la película, con el protagonista encendiéndose un cigarro es tremendo (No me trago el humo porque provoca cancer, pero me siento tan sexy fumando un cigarrillo), reforzado luego con la aparición del ex marido de Diane Keaton y la fascinación que sigue produciendo en ella ese tipo bajito y calvo.
- ¡Está estupendo! – exclama admirada ante un hombre en el que ninguna mujer se fijaría. Es toda una declaración de intenciones.
En Manhattan nadie está contento con lo que tiene. Ni con su trabajo, ni con su antiguo coche, ni con el nuevo piso y los “ruiditos” que en él se oyen, ni con la persona que yace a su lado en la cama.
En Manhattan se nos muestra todo un universo de zombis intelectuales, que deambulan de museo en museo, de teatro en teatro, incapaces de encauzar sus vidas. Nadie sabe cual es el rumbo profesional a seguir, nadie sabe con quién quiere pasar el resto de sus días. ¿Cómo lo vas a saber si ni siquiera sabes con quién vas a pasar la mañana del domingo?
Es ahí donde emerge el maravilloso personaje de Mariel Hemingway. La quinceañera le da sopas con honda a los cuarentones caprichosos. Ella es el faro fuerte y sólido que aparece de pronto entre la bruma.
Manhattan no tiene doble mortal con tirabuzón en su trama; no tiene un falso culpable, ni un crimen que resolver; no tiene un giro inesperado en su desenlace, y sin embargo tiene uno de los finales mejor filmados en la historia del cine.
Isaac (Woody Allen) se da cuenta de su error dejando escapar a esa maravilla de 17 años, y corre unas cuantas manzanas hasta ella. Hace todo lo posible porque ella lo sepa. “He venido hasta aquí corriendo”, le dice jadeante.
Piensa que eso es sacrificarse por amor, correr unas cuantas manzanas. Y sin embargo le aterra la idea de tener que esperarla 6 meses.
La dulce chiquilla, tratada durante toda la película como una cría, es la única que sabe lo que quiere y a quién quiere. Y sobre todo, es la única capaz de sacrificarse por amor y por su futuro como actriz. En una secuencia soberbia, da toda una lección de principios al egocéntrico universo intelectual de Manhattan.
La fotografía en blanco y negro, la banda sonora y el sarcasmo de todos y cada uno de los diálogos, completan el círculo.
- ¡Está estupendo! – exclama admirada ante un hombre en el que ninguna mujer se fijaría. Es toda una declaración de intenciones.
En Manhattan nadie está contento con lo que tiene. Ni con su trabajo, ni con su antiguo coche, ni con el nuevo piso y los “ruiditos” que en él se oyen, ni con la persona que yace a su lado en la cama.
En Manhattan se nos muestra todo un universo de zombis intelectuales, que deambulan de museo en museo, de teatro en teatro, incapaces de encauzar sus vidas. Nadie sabe cual es el rumbo profesional a seguir, nadie sabe con quién quiere pasar el resto de sus días. ¿Cómo lo vas a saber si ni siquiera sabes con quién vas a pasar la mañana del domingo?
Es ahí donde emerge el maravilloso personaje de Mariel Hemingway. La quinceañera le da sopas con honda a los cuarentones caprichosos. Ella es el faro fuerte y sólido que aparece de pronto entre la bruma.
Manhattan no tiene doble mortal con tirabuzón en su trama; no tiene un falso culpable, ni un crimen que resolver; no tiene un giro inesperado en su desenlace, y sin embargo tiene uno de los finales mejor filmados en la historia del cine.
Isaac (Woody Allen) se da cuenta de su error dejando escapar a esa maravilla de 17 años, y corre unas cuantas manzanas hasta ella. Hace todo lo posible porque ella lo sepa. “He venido hasta aquí corriendo”, le dice jadeante.
Piensa que eso es sacrificarse por amor, correr unas cuantas manzanas. Y sin embargo le aterra la idea de tener que esperarla 6 meses.
La dulce chiquilla, tratada durante toda la película como una cría, es la única que sabe lo que quiere y a quién quiere. Y sobre todo, es la única capaz de sacrificarse por amor y por su futuro como actriz. En una secuencia soberbia, da toda una lección de principios al egocéntrico universo intelectual de Manhattan.
La fotografía en blanco y negro, la banda sonora y el sarcasmo de todos y cada uno de los diálogos, completan el círculo.