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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
7
Drama. Thriller Después de haber perdido su licencia, el abogado Sosa (Ricardo Darín) ingresa en una sociedad ilegal que se encarga de provocar accidentes automovilísticos para estafar a las aseguradoras. El destino hace que un día Sosa conozca a Luján (Martina Gusmán), una médica de un hospital de Buenos Aires. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dura, exponente del mundo de las mafias jurídicas en Argentina. Sórdida reconstrucción de comportamientos morales repulsivos, en donde Ricardo Darín, como hace habitualmente, encarna el papel de personaje a contracorriente, de contrapunto de esas actitudes ilegales, que termina finalmente engullido por ellos.

El mundo de los accidentes de tráfico, además de ser una frecuente tragedia humana en Argentina, es también un lucrativo negocio para personas que sacan beneficio de la desgracia de los demás. Supongo que eso mismo ocurre en todos los países con mayor o menor claridad. Sin embargo, a lo que parece, en ese país sudamericano adquiere contornos y extensión especialmente dramáticos y sociológicos. A partir de esa realidad, Pablo Trapero construye una intensa película, con un ambiente denso y fuertes imágenes, y una trama que precipita a casi todos en la destrucción.

Darin encuentra en Martina Gusman un magnífico contrapunto interpretativo. La joven actriz, esposa de Trapero y habitual en sus repartos, encarna admirablemente el personaje de médico que, por razones de su oficio, coincide con el abogado y termina enredada en sus mismos asuntos y en sus prácticas que traspasan el filo de la legalidad. A la vez crece entre ambos una relación personal, que a veces roza el malditismo, que finalmente hará que compartan un mismo destino.

Se ve con interés y en muchos momentos con asombro. Inevitablemente mi mirada se vuelve hacia mi país. Como no tengo coche, porque detesto ese cacharro que nació para liberar a los seres humanos y ha terminado esclavizándolos, estoy ajeno a todos estos tejemanejes. Pero…, ahora que lo pienso, si me atropella una de esas máquinas horribles de matar, ¡que por lo menos no me estafen encima!
Paco Ortega
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