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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Drama Durante un viaje en tren, de Sevilla a Madrid, el otoñal caballero Mathieu cuenta a sus compañeros de vagón la historia de sus infortunios amorosos con la bailarina Conchita. A partir de su primer encuentro en París, Conchita juega con la obsesión de Mathieu, haciéndolo pasar del deseo a la frustración y del amor al odio más furibundo. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2009
84 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confiesa Buñuel que la última escena de esta película le conmueve: una mujer zurce un desgarrón en un encaje ensangrentado. Y él mismo no sabe la razón. A mí también me conmueve, y tampoco sé la razón. Buñuel ha llegado hasta aquí en su filmografía y yo también he llegado hasta aquí haciendo una pequeña crítica de cada una de sus películas, con una admiración creciente por una obra que me parece, en su conjunto, absolutamente genial.

En “Ese oscuro objeto del deseo” hay una síntesis de todo lo mejor de sus películas: está el sexo como poder absoluto de la vida, como arma para negociar, como esclavitud permanente mientras duran sus influjos. No recuerdo la frase exacta pero Buñuel vino a decir en sus memorias que cuando dejó de sentir la pulsión sexual se sintió más libre y reconfortado. Al personaje de Fernando Rey le ocurriría lo mismo. Lo suyo era un “sinvivir”, valga la expresión, detrás de una mujer, o de varias mujeres que, en el fondo, para él son la misma.

El otro tema recurrente: la realidad y el sueño. Los vasos comunicantes que existen entre ambos. Tema que proviene de los comienzos, de su etapa surrealista. Planos diferentes, pero entrecruzados.

Otro: la vulnerabilidad de los seres humanos, expuestos siempre a circunstancias que ellos mismos provocan, y que ellos mismos no controlan. Esos poderes toman diferentes formas: el egoísmo, la ambición depredadora, el llamado terrorismo.

El último: la religión como gran invento, y la iglesia como gran negocio. El pensamiento religioso crea coartadas, proporciona una serenidad ficticia. Los curas y las monjas, los obispos, los monaguillos, el mismísimo Jesucristo, los santos, las vírgenes, todo un ejército de impostores, de charlatanes profesionales.

De eso habla Buñuel en su obra. Con un lenguaje lleno de paradojas. Con una falta de respeto por las convenciones cinematográficas. Con una fidelidad extrema a sus propias preguntas. Con una alarmante ausencia de respuestas. Cine del desasosiego, cine del abismo, cine hecho en la oscuridad y que la ilumina fugazmente, con unos destellos poderosos, pero conscientemente limitados.

Cine de humor, cine posible para explicar lo imposible.
Paco Ortega
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