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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Drama Después de un prólogo documental sobre las costumbres del alacrán, unos bandidos descubren a un grupo de arzobispos orando en un acantilado. La fundación de la Imperial Roma, celebrada en el sitio donde oraban los clérigos, se ve interrumpida por los lances amorosos de una pareja que es separada. El hombre es conducido a prisión pero logra escapar y se refugia en casa de su amada. Durante una fiesta, la pareja intenta consumar su pasión ... [+]
31 de marzo de 2009
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es surrealista desde la propia producción. Si “Un perro andaluz” se la pagó su madre, en esta ocasión los productores iban a ser unos aristócratas, conocidos en el París de la época por proteger las artes más vanguardistas, y a quienes Luis Buñuel ni siquiera tenía el gusto de conocer. A los Noailles lo único que parecía preocuparles era que en la película apareciera la música de Stravinski, pero, ante la negativa del director, éstos retiraron la propuesta. Cuando se estrenó la película casi se quedan sin amigos.

Es decir, Buñuel tenía suerte a raudales.

Vista con ojos actuales, la película es corrosiva y divertidísima. Es sencillamente un disparate, que enlaza escenas y temas diferentes, supuestamente provenientes de sueños, en esta ocasión prácticamente exclusivos de Buñuel, pues su relación con Salvador Dalí, con quien había compartido la autoría del guión en su primera película, se había enfriado por culpa de Gala, de la que el pintor ya estaba enamorado.

En la maraña argumental cabe de todo: carros que entran en mitad de una fiesta aristocrática, vacas sentadas en los sofás, obispos que son arrojados por las ventanas, y hasta el propio Jesucristo, que está acompañado por unos libertinos que nada tienen que envidiarle al peor de ellos, y que aparece al final, sin venir en absoluto a cuento. Todo es rabiosa e inteligentemente arbitrario, provocador, irreverente.

Todo es surrealista.

Y por todo eso la película estuvo prohibida en Francia durante medo siglo.

Entre tanta peripecia se distinguen las figuras de dos peculiares amantes que pasan toda la película persiguiéndose, como poseídos por una fuerza que ellos mismos no controlan: el amour fou, naturalmente, divisa de la generación y unos de sus temas recurrentes.

Si no fuera porque todo es absolutamente absurdo, la película sería hasta convencional, puesto que su factura es totalmente tradicional. Alguien le dijo al director que parecía “americana”, y, en cierta medida, es verdad. Buñuel a estas alturas ya sabe dirigir perfectamente, conoce las técnicas y sigue haciendo con ese acerbo lo que le da literalmente la gana. Le quedaba otra más. Después su destino personal cambiaría por completo, y con él, su cine.
Paco Ortega
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