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Voto de El cameo de Keith Richards:
10
Romance. Drama La tercera parte de la trilogía se desarrolla en Grecia. Nueve años después de su segundo encuentro romántico, el destino vuelve a unir las vidas de Celine (Julie Delpy) y Jesse (Ethan Hawke). (FILMAFFINITY)
7 de julio de 2013
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya mucho que no escribo una crítica en esta página, y no es que no me guste. Muy al contrario. Pero la falta de tiempo quizás y el aporte que otros dan son razones suficientes para apaciguar mi necesidad de escribir. No obstante, ahora que es verano y que esta película es tan buena, dedicaré este momento a mostrar mis impresiones, a pesar de que hace ya dos días que tuve el placer de reencontrarme de nuevo con Jesse y Céline.

Considero necesario ver esta tercera parte, como resulta necesario ver siempre las dos anteriores para ir de la mano de estos dos grandes personajes que han creado con inteligencia, cariño, cuidado y maestría Linklater, Hawke y Delpy, y que ya son partes de la historia del Cine, como lo son también de la historia de mi vida. Imagino que esta misma percepción lo tienen otros amantes del cine y de las buenas películas en general, y de esta historia en particular. Resulta inevitable hacer referencia a las dos primeras partes de la trilogía como un paso previo para destacar lo que consigue "Antes del anochecer".

Las dos primeras películas, rodadas siempre con admirable suficiencia, en donde los personajes siempre son tres; la pareja en cuestión y la ciudad por la que transitan, eran una oda al romanticismo.

LA PRIMERA, de la mano de la juventud y la ilusión por el conocer el primer amor, es el retrato de un encuentro único entre dos desconocidos que viven unas horas que valen más que años. Unas miradas y unos momentos compartidos que sabes que siempre te acompañarán toda la vida. Algo tan poético y genial que parece más propio de un sueño que de la propia vida, pero que sin embargo es real. Real pero efímero. Mágico incluso, pero a la postre demasiado corto y demasiado bello para que esa sensación de estar sobre una nube se perpetúe más allá de Viena.

LA SEGUNDA, de la mano de la madurez, aún joven, de la perspectiva que da la treintena, es un relato de un reencuentro cargado de ilusión, que aunque hace tambalear la llama que recuerda la noche más romántica de sus vidas, al final acaba brillando. "Antes del atardecer" es otra oda al amor romántico, a la quimera de la media naranja, a la posibilidad de volver al punto de partida y revivir la pasión que nunca se olvidó (y que el libro de Jesse recuerda para asegurar lo inmortal de aquellos momentos vividos). Está escrita con las dudas, el miedo, la alegría, la decepción y la esperanza de dos personas que quieren sellar su amor. Y cierra con uno de los finales más perfectos y bellos, (y con el recuerdo de Nina Simone) que estos ojos han visto.

En las dos anteriores, Linklater y los propios Delpy y Hawke (guionistas que demuestran talento y acierto) ponían a Jesse y a Celine contra el tiempo, contra esos aviones que Jesse siempre tiene que tomar, a la mañana siguiente o en cuestión de horas....

En ANTES DEL ANOCHECER han tenido todo el tiempo del mundo para conocerse y nosotros vemos el resultado de toda esa convivencia, de estos años en donde han compartidos sueños, éxitos y fracasos. En donde la madurez cada vez es más evidente, y con ello todos esos sueños de la juventud que ya se disipan o que cobran otro color. Años en donde la palabra compromiso adquiere toda su extensión y la responsabilidad asoma, en una vida en común, en unas hijas, en un hijo que está atrapado en EE.UU, y en donde el amor forjado tras tanto tiempo sigue sosteniendo una relación que podríamos decir que tiene 18 años. Desde ese punto de vista, la película se compone de tres grandes actos y un final que es un punto y coma al último de los tres. En esta ocasión el marco es Grecia, el sol, el paisaje mediterráneo, la buena comida, la buena compañía, las playas, la historia...Y ellos regresan con sus conversaciones que merecen grabarse como ejemplos de lo que es un buen cine sin artificios, únicamente con el placer de una conversación entre personas inteligentes, pero que ya tienen poco que ocultarse, que se conocen bien y que saben de que pie cojea el otro. Hablan de tecnología, del amor, de los cambios, del futuro, de la vida. Filosofan como lo hacemos todos cuando empezamos a soltar preguntas al mundo que nos rodea y al mundo que compartimos con alguien. Conocemos más sus defectos y cómo han evolucionado. Y por supuesto, volvemos a disfrutar de la sintonía de dos personas que se conocen bien y que se han amado bien, aunque ahora el tiempo ya no es sólo de ellos, sino también de unas hijas, que son el prácticamente el eje sobre el que gravitan sus vidas. Ante la promesa de una noche de pasión, y antes del anochecer, tiene lugar un contrapunto que se abre con más fuerza que nunca y que aparece atacando la línea de flotación de los espectadores primero, y por supuesto, de los propios protagonistas. Es tan natural, está tan lleno de vida, es tan bello y tan dramático al mismo tiempo, que uno no puede dejar de sostener la mirada al ver cómo evoluciona el encuentro que tienen en el hotel...Hay tantos matices, hay tanta frustración y tantos cambios, hay tanta impotencia y tanto construido juntos, hay tanto amor y tanta fragilidad, hay tanto dolor por los golpes que da la vida...

Y luego llega final, con el anochecer ya consolidado y el vaivén de las olas del siempre eterno mar que son banda sonora de huéspedes, y los cristales por el suelo...Y está la posibilidad de viajar en el tiempo, ir hacia el futuro, ir hacia el pasado. Y con este marco, el final vuelve a destrozarme, a descubrirme emocionado, como ya hicieron en las dos películas anteriores, por la manera en la que se desenvuelve todo lo visto durante el metraje. Y aún ahora, mientras escribo, siento aún esa emoción que tan sólo es capaz de dar las buenas historias, los buenos personajes y las buenas películas. Yo como amante del cine me siento agradecido por tener estas sensaciones y hay algo, quizás la eterna y joven promesa del romanticismo y de la llama que nadie quiere que se apague, aún cuando la vida golpea, que hace que este filme merezca un diez.
El cameo de Keith Richards
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