Para hablar de "Los siete de Blake" dejemos de lado algunas obviedades: la serie ha envejecido fatal; el ritmo brilla por su ausencia y el montaje es tan básico que parece teatro rodado en un decorado cutre. Al parecer la falta de presupuesto obligó a rodar en formato vídeo en lugar de formato cine. Por no hablar de los efectos especiales de 1978.

La única forma de abordar la serie y salir airosos es recuperando la mirada del niño que fuimos. Tengo el privilegio de poder decir que fui espectador de "Los siete de Blake" con ocho años, cuando España todavía era en blanco y negro. Por aquel entonces RTVE tenía un solo canal y emitía series de la fructífera BBC inglesa, muchas de ellas de género fantástico. "Los siete de Blake" seguía la estela de otras Space Opera del momento como "Space 1999", "Saphire & Steel" y en especial la flamante "La Guerra de las Galaxias".

Todavía recuerdo el miedo que me produjo el quinto capítulo de la serie. No puedo olvidar la imagen de aquella estación espacial aislada en mitad de un bosque invadido por telas de araña. De hecho todos los capítulos desprendían una inquietud cercana al terror que, a ojos de un niño, convertían la serie en una aventura por territorio adulto. Un ambiente de misterio que transportaba al espectador a mundos lejanos y enrarecidos.

Ni los modernos efectos digitales de series del espacio como "El Mandaloriano" han logrado la siniestra sensación de "Los siete de Blake", comparable a la extrañeza que causaba el monolito de Kubrick. La ciencia ficción de los años 70 entendió, como ninguna otra década, que el espacio no era un juego de niños sino un lugar inquietante.

Como bien explica Quinto Sertorio en su crítica de Filmaffinity, en España únicamente se emitió una temporada que terminó con la nave de "Los siete de Blake" explotando. Un final de infarto que dejó a la audiencia infantil conmocionada y sin más noticias de la serie. Nunca más se supo. Alguien en RTVE nos debe una disculpa que llega 40 años tarde.