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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Comedia En una casa aislada y próxima a las vías del tren vive la señora Wilberforce, una venerable anciana que alquila dos habitaciones al misterioso profesor Marcus y a los cuatro miembros de su siniestra banda de música. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2007
58 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida, edulcoradamente negra, fantásticas interpretaciones y el encanto de ese extrarradio londinense forjado a través de transparencias... Por no hablar del flequillo y la hilera de dientes que dominan todas y cada una de las escenas.

Le cuesta arrancar algo en su primera mitad, con alguna deficiencia en la construcción del gag (no consigue esa sensación de cadencia impetuosa, como si el origen inglés y su flema archiconocida aplacaran las supuestas intenciones de slapstick) y el ritmo (algo pesado en ocasiones), pero luego ya avanza a aceptable velocidad. Se sobrepone especialmente una vez el robo ha sido perpetrado, en el tercer acto. Final de puro trámite, también es cierto, envejecido irremediablemente pero sin afectar demasiado al conjunto. El color también, mezcla improbable de iluminación artesanal de estudio y de cierto hiperrealismo (el eterno amanecer del final tiene toda la frialdad y deformación de un amanecer auténtico).

Y luego está la casa de la anciana. Una enorme cabeza que se levanta al lado de la estación, entre la niebla. Negra, con constantes chimeneas y tejadillos empeñados en negarle uniformidad a la fachada; a contraluz, con diminutas ventanas ámbar y diminutos techos. Y esas escaleras arqueadas, esos cuadros torcidos, esas paredes oblicuas que se curvan de forma imposible en las esquinas, achicando las puertas, rozando las cabezas de los actores. Esos decorados nos recuerdan durante todo el metraje que, a ratos, el cine es un acto de artesanía más que de genialidad. Y esta peli en eso da una lección en toda regla. Casi hueles el polvo de la moqueta del suelo.

Pero si le pongo un 7, un notable, es por lo siguiente:

Es una de esas pelis para ver de niño. Ése es su hábitat natural. Ahí se marcan a fuego los loros, la persistente Señora Wilberforce, los pintorescos ladrones, esa serpiente en forma de bufanda que estrangula a Guinness y los retazos victorianos. No es mi caso, la he visto ya talludito. Pero le agradezco la hora y media de infancia en estado puro que me ha procurado.
Como los parques de atracciones, los helados de chocolate y los cómics de Spiderman, esta película tiene el hechizo propio de los recuerdos. La sensación de viernes noche, una película que empieza y la promesa de que la vuelta al cole queda bien lejos…

Silencio, papá, coño.
Bloomsday
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