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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
9
Drama La historia relata gradualmente los problemas de una granja colectiva durante unos pocos días de otoño en los años de la Hungría post-comunista, observada desde la perspectiva de distintos personajes. (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2014
34 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
1-El tiempo del después

Jacques Rancière (`Béla Tarr, el tiempo del después´) dice: «La literatura franquea la barrera de la mirada... escribe frases como: "toda la amargura de la existencia le parecía servida en su plato"... Pero en el cine hay un plato y no amargura... No hay conciencia en la que el mundo se condense visiblemente. No hay otra opción, para Béla Tarr, que pasar junto a la masa negra que obstruye el plano, recorrer las paredes y los objetos... esperar para sorprender el momento en que el personaje se levantará, saldrá de su casa, acechará en la calle».

Béla Tarr asegura no buscar belleza en su cine sino realidad. Realidad a través de la duración de la secuencia y su extrema crudeza temporal (secuencias completas de tiempos muertos, retrato íntegro del viento y de la lluvia). Realidad del tiempo vivido (o vívido).

Radica en esa limitación que menciona Rancière la búsqueda obsesiva de su filmografía. A la forma externa de un realismo exacerbado parece encomendarse el realizador, por ella rastrea y viaja, alarga el plano, esculpe en el tiempo, refleja a los hombres en el bajo continuo de los segundos. Es la forma del húngaro –mediante recursos de profundidad de campo, plano secuencia y travelling lento– de indagar en la forma de los acontecimientos soslayando la limitación de la imagen con respecto a lo literario de la que habla Rancière. Explorando hasta la extenuación los contornos quizás sea capaz de superar la incapacidad del cine para acceder al interior de las conciencias. Aunque el cine no acceda a ellas, quizás pueda proyectarlas.


2-Béla Tarr

El cineasta ha evolucionado desde el compromiso y retrato social a filmar películas «tratando de mirar las cosas desde una dimensión cósmica» (BT).

Hay primero, en su filmografía, un más concreto objetivo político o social (v.g.: el costumbrismo de `Nido familar´) que se desvía posteriormente hacia una progresiva desmaterialización metafísica que tiene culminación en la obramaestrera `El caballo de Turín´, película donde además del estilo plúmbeo por todos conocido el argumento se reduce a la anécdota. Es decir, Tarr busca realidad en su cine, pero no un "realismo" como epígrafe artístico al que adscribirse sino una realidad que, de alguna forma, permita calado ontológico en las imágenes.

`Sátántangó´ es parte de ese proceso. La longitud del metraje nos invita a una reflexión más allá de la alegoría de la Hungría postcomunista. El tratamiento del tiempo y el espacio ofrece una visión totalizadora del mundo y la existencia. No es una cinta de denuncia pese a su sinopsis (un sovjós en liquidación, el dinero de un año de trabajo y una estafa). El realismo de Tarr es filosófico, no meramente descriptivo. Desde esa preocupación socialista de retratar la realidad mediante steadycam e inmediatez, evoluciona a cuestiones más amplias como el nihilismo, el determinismo y la condición humana.

Y todo mediante el ritmo, el montaje en el interior del plano y la puesta en escena. El cine de Tarr es pesimista en las cuestiones formales y la partitura del eterno Mihály Vig, sin apelar necesariamente a trama alguna. Esa visión como autor y cineasta del húngaro toma fuerza relevante en `El hombre de Londres´, film de tristeza visual apabullante que entronca con su universo creativo pese a tratarse de una adaptación literaria a priori alejada de su cine.


3-Sátántangó

"Los caballos han escapado del matadero de nuevo".
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Con el plano de unas vacas abre el film. Luego, el rebaño toma forma humana y pasan a ser gentes que viven y bailan en movimiento cíclico (la trama se estructura en 12 pasos de tango, 6 hacia adelante y 6 hacia atrás, para cerrar el círculo). Un pueblo, una granja colectiva y su destino. Un destino doble: el adherido al ADN (borrachos, idiotas, animalizados… desalentador el "informe" final), y el destino mesiánico que se les impone con un Irimias que llega como agua de mayo o Príncipe de `Armonías de Werckmeister´. Charlatán, populista… Se le reviste con mitología de resucitado para acabar siendo, también, un segundón. En él ven algunos la personificación del liberalismo o, al menos, su brazo ejecutor. El desmantelamiento interesado de un régimen que se acaba y otro que llega. La misma serpiente con distinta piel. Otra utopía, otro sueño preñado de avaricia y mentira. Otra entelequia (¡vienen los turcos!). El eterno retorno de lo mismo. La vida como un travelling circular que condena a vagar a ese pueblo por la repetición de una tela de araña de desolación, traición y miseria.

Y es que en la negativa final de Futaki no encuentro rebeldía. Su cara es la de la decepción, la mirada del que sabe que la esperanza no existe en un mundo de gatos torturados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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