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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Comedia. Drama Medio-oeste americano, 1967. Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física que ve cómo de la noche a la mañana su vida se derrumba. Es un hombre bueno, un marido fiel y afectuoso, un buen padre y un profesor serio, pero, de repente, todo en su vida empieza a ir mal. Su mujer lo abandona sin explicaciones, y el amante de ella lo convence para que deje su casa y se mude a un motel por el bien de los niños. Además, su carrera ... [+]
26 de marzo de 2010
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son múltiples las perspectivas de la cinta a la hora de disfrutarla. Es una cinta moderadamente “abierta” en su intención (que no mensaje).

O no.

La comunidad judía es especialmente pertinente por ofrecer la posibilidad de bromas y guiños íntimos de los hermanos cineastas, pero también por la concepción que de la “comunidad” se maneja en la cinta. Ya sea por las persecuciones archisabidas, ya sea por su éxodo, la fe judía contiene un sentimiento de pertenencia, un espíritu comunitario. La observancia de la religión y la vida social son elementos conectados.

Además, es conveniente resaltar la concepción panenteísta de algunas corrientes hasidistas (todo es dios… todos somos uno… La actitud del amante de su mujer es una interesante coña en ese sentido).

Estos asuntos están particularmente bien establecidos en la película, y ofrecen una visión curiosa a la hora de asimilar e interpretar la desazonada conducta del protagonista a través de la creencia en el sentido, la finalidad y la certeza (incluso divina o mística) en las manifestaciones físicas. En el judaísmo la relación entre el espíritu y la conducta material-social es, como digo, importante (dicotomía planteada en el prólogo).

Desde estas breves anotaciones podemos suponer el descalabro que plantean los Coen al trazar un Larry Gopnik zarandeado por extraños acontecimientos –breves, sutiles, pero extraños– que trastocan su cotidianidad. Es un tipo serio, buen judío, práctico, útil a la sociedad. Pendiente de su carrera profesional, de una familia, de un vecindario. Controla su ego, los desplantes, observa sus liturgias. Procura razonar. Procura “comprender”.

Para un tipo así la ruptura de la relación causa-efecto no solo es un quebranto de la rutina urbana o familiar, sino una crisis existencial, religiosa y espiritual. La sociedad –en sus manifestaciones más pequeñas, que son las que solemos dar por sentado– se vuelve loca. Las instituciones, los vecinos, un matizado y humorista existencialismo charliekaufmaniano delatan la ausencia de sentido.

¿Dónde queda la utilidad social necesaria para ordenar la presencia de dios en el mundo?

La consulta del médico, las matemáticas en la tiza de una pizarra, el Zohar y los rabinos, la incertidumbre de Heisenberg… Se multiplican las herramientas de la razón y las creencias. ¿Intelecto o espíritu? Pito pito gorgorito.

Como si la ancestral meditación del Rey Salomón a través del respirar, ese balanceo pectoral que unía indudablemente a dios y al hombre en la pronunciación cabalística de letras y conceptos, hubiera dejado paso –siglos después; muchas ciencias y legislaciones después– a la búsqueda infructuosa de asideros a través de la hiperventilación de un grupo de rock psicodélico.

Así se encuentra este hombre limpiándose las gafas. Tratando de recuperar una finalidad o punto de apoyo o certeza con que mover el mundo.

O no.
Bloomsday
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