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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
6
Fantástico Cleveland Heep (Paul Giamatti), el encargado de un bloque de apartamentos, descubre una tarde a una ninfa (Bryce Dallas Howard) en la piscina de la urbanización. La criatura está inmersa en un viaje que podría devolver la esperanza a nuestro mundo, pero para completarlo necesitará la ayuda de Cleveland y de todos los vecinos. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2006
137 de 171 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Comprendía ahora que no solo Fantasía estaba enferma, sino también el mundo de los seres humanos. Una cosa tenía que ver con la otra. En realidad, siempre lo había sentido así, sin poder explicarse por qué”. ‘La historia interminable’, Michael Ende.
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Detecto en ‘La joven del agua’ a un director intentando plasmar el ímpetu infantil de los cuentos, el miedo a la oscuridad, la defensa de la fascinación del que “cree” en la fantasía sin medias tintas... Por el camino, es cierto, se enmaraña entre algunos de los errores de bulto que sus detractores señalan profusamente: guion difuso, situaciones de relleno que suceden sin motivo aparente, desorientación narrativa, inadecuada descripción de personajes, cargantes puntos de comedia, etc.

El resultado quizás no tiene la cohesión y estabilidad que nos ha ofrecido en algunas (no todas) de sus anteriores películas. Quizás. Pero no podemos obviar su valiente sinceridad creativa. Shyamalan ha intentado lo máximo y lo ha rozado (no se trata de un sueño contado, sino de que soñemos un cuento). No puedo obviar lo que esta película tiene de entrega total y arriesgada de un director que, cosa rara en estos tiempos (vean a Bryan Singer o, en menor medida, a David Fincher), oposita a autor y no a títere hollywoodiense (tenga o no éxito en semejante empresa, que esa será otra historia). Aunque sea un autor de cultura pop (cómics, sci-fi, cine de género…).

Entregarnos y creer sin más; vivir la película, no verla. Participar del cine como participan los niños y salir de la sala con arañazos en las piernas. Esto nos pide, como si más que una película fuera un grito de socorro, el director indio-estadounidense.

El meollo de la cuestión radica en el desarrollo inverosímil y desestructurado. En si lo debemos tomar como un suma y sigue de situaciones absurdas, sin más, o como una lectura o reflexión metacinematográfica.

Yo creo que, de alguna forma, la extraña reacción de Giamatti ante la narf es la misma que el espectador ha de tener al ver película. En ningún momento él o sus vecinos se plantean si la situación es normal o no, y salvo algunos gestos de extrañeza se entregan por completo a la “misión” como si no hubiera otra posibilidad. Surge así una primera e implícita cuestión, una suspensión de la incredulidad que afecta tanto a los personajes como a los espectadores. Y ahí está el nivel de metaficción más interesante (no en la figura del crítico, que es solo la pista más obvia del juego de espejos): Shyamalan nos pide a nosotros, público, que veamos la película como el protagonista se entrega a su tarea. En este sentido, creo que la histriónica interpretación de Giamatti está repleta de constantes guiños al espectador (como si en sus muecas intentara reproducir lo que estamos pensando desde el patio de butacas).

La acumulación de gilipolleces varias ya ampliamente comentadas por otros usuarios (cajas de cereales, personajes que no se cuestionan nada…) son una forma de remarcar el carácter de broma y de ficción. Y ante la ficción, o se cree o no se cree. El viaje del espectador y del protagonista es el mismo ya desde el conflicto que explícitamente propone el argumento: la conexión entre la fantasía y el mundo real.

Pero alcemos la mirada y no nos quedemos únicamente con el mundo “real” ficticio en el que viven estos personajes, sino el mundo “real” del propio espectador. Así las reglas de un desarrollo argumental normal se rompen, para indicarnos que esto es un puro cuento –con reglas propias, con un autor detrás que ordena y manda– y que hay que verlo con la ingenuidad del protagonista o de un niño. Con la ingenuidad de la fantasía. Ellos, los personajes, no le piden reglas lógicas a lo que están viviendo. Nosotros, como espectadores, tampoco hemos de pedírselas a la película.

Si lo conseguimos, insinúa Shyamalan, será cuando habrá vencido la fantasía.
Bloomsday
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