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Voto de el pastor de la polvorosa:
6
Romance. Drama Paul Dedalus deja Tayikistán recordando su infancia en Roubaix, las locas crisis de su madre, el vínculo que le unía a su hermano Ivan, niño piadoso y violento. Él recuerda sus 16 años, a su padre, viudo inconsolable, el viaje a la URSS donde una asignación clandestina le llevaría a ofrecer su propia identidad a un joven ruso. Recordará también sus 19 años, su hermana Delphine, su primo Bob, de sus escapadas con Pénélope, Mehdi y ... [+]
9 de julio de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si nuestra vida es un río, de estos tres recuerdos de juventud los dos primeros son como pequeños arroyos, mientras que el último está represado hasta formar un vasto embalse lleno de árboles inundados, reflejos y derrubios. La desproporción es ilustrativa de una cierta tendencia del cine francés, en la que el cortejo soñador, la pasión física, la soledad adolescente y los cuernos del amigo parecen las cosas más importantes del mundo. Cuando ven en televisión la caída del muro de Berlín, una chica le recuerda al protagonista, Paul, que es un acontecimiento como para alegrarse, pero él le responde que lo ve como el fin de su juventud.

El narcisismo y la inflación de los conflictos parecen los rasgos esenciales de este tipo de películas: si el protagonista tiene una infancia difícil, tiene que ser la más difícil (un padre ausente, una madre trastornada y suicida); si protagoniza una acción noble por amistad, tiene que ser la acción más heroica (al otro lado del Telón de acero, y con cierta pose de extrañeza metafísica por haber generado un doble en las antípodas); si tiene una novia, tiene que ser la novia más bella y problemática, y su relación la más valerosa, apasionada e imposible.

La película no es desdeñable pero transmite finalmente un poso de inutilidad y exceso; la emoción se convoca a través de citas culturales sobre flores y espinas (“Among school children”, de Yeats, leída en el desierto; o la última obra de Stravinsky, la versión para pequeña orquesta de una canción de Hugo Wolf: “Herr, was trägt der Boden hier") y también de la pura belleza de los jóvenes protagonistas, que casi parecen demasiado bellos para ser reales: la cara de Esther enmarcada entre follajes verdes y rojos, o la pureza de la mirada de Ivan, que parece un místico sacado de alguna novela rusa.

También contribuye a la falta de realidad de la película el hecho de que la pobreza de los jóvenes protagonistas se muestre de forma tan idealizada y retórica: nunca vemos a Paul Dedalus dedicado a ningún trabajo físico, sino que pasa su tiempo ante la cámara enfrascado en estudios elevados, acciones más o menos heroicas, incluidas las amatorias, y especialmente en el análisis verbal de sus propios sentimientos.
el pastor de la polvorosa
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