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Voto de el pastor de la polvorosa:
10
7,9
339
Documental. Drama La llegada de una nueva alumna, Nadine, es el punto de partida de un análisis de las relaciones interraciales en un Liceo de Abidján, en Costa de Marfil. Reunidos por Jean Rouch, los alumnos interpretan a su propio personaje en una "ficción" que se desarrolla a través de las nuevas relaciones entre blancos y negros, escenificando los lazos de amistad y las relaciones sentimentales. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2016
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pirámide humana muestra cómo el roce de lo distinto crea fuerzas de atracción hasta entonces desconocidas: los chicos blancos se sienten atraídos por las chicas negras, los chicos negros por las chicas blancas, y recíprocamente, rompiendo el apartheid "light" de la sociedad poscolonial de Costa de Marfil; a otro nivel, el documental se siente atraído por la ficción, con el mismo ímpetu irresistible con que las olas rompen contra un barco abandonado, y ambos cruzan a otro umbral a través de la poesía.

Esta es una de las más bellas películas surgidas de la inspiración surrealista, y la que mejor encarna la idea de André Breton de que solo a través de la poesía se puede transformar la vida. Lo dice Denise, mientras vemos a Nadine y Baka que andan juntos en bicicleta: “la poesía lo cambió todo, entró en nuestros corazones como un veneno maravilloso.”

La pirámide humana es una película sobre el deseo y la indecisión; sobre los tabúes y sobre el racismo; sobre el amor como necesidad; sobre la ausencia del padre (ni siquiera los profesores aparecen más que como voces en off); sobre jardines abandonados y otros lugares secretos de la infancia; sobre la música (el rasgueo de unas guitarras, el silbido de un barquero, un nocturno de Chopin sobre el fondo de los pájaros y las cigarras del atardecer, o una canción lenta y lejana, aprendida de marineros españoles); sobre los cuerpos: bailar, por supuesto, ya que estamos en África, pero también bañarse, andar juntos en bicicleta, abrazarse en una piragua, tocarse, andar descalza en un barco o por la ciudad; sobre las formas de transformar la realidad; sobre la contundencia con que los jóvenes se enfrentan a los problemas de los adultos y su fragilidad ante los propios de su edad; sobre adolescentes que son a un tiempo muy viejos y muy jóvenes; sobre el contraste entre las aguas calmadas de la laguna y las embravecidas del mar abierto.

A diferencia de los padres y maestros, quien sí aparece en imagen, insólitamente, es el director: para ello debe convertirse en un mero agente provocador, abandonar toda posición de dominio e igualarse con los jóvenes como uno más de los admiradores de Nadine. En este contexto, lo que en otra película serían fallos de técnica (de raccord, sincronía, composición, exposición, enfoque…), aquí forman parte del juego -cuya única regla, según declara el cineasta al principio, es la improvisación espontánea. Jean Rouch no se pierde en el reflejo de la bella apariencia de las cosas, como un documentalista al uso, sino que aspira a otra veracidad que no existiría sin la propia película, alejada de toda noción previa de perfección formal, y en la que, a pesar de todo, la belleza hace acto de presencia dando la mano al azar.

Fragmento del texto publicado en: navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
el pastor de la polvorosa
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