El encanto de las coproducciones europeas en las que participaba Ágata Films durante los años 60 se mantiene aquí pero en menor proporción que en otros casos al caer en una cierta monotonía ambiental y narrativa una vez transcurrida justamente la primera mitad. Hay unos planos breves en los que el viento parece agitarlo todo en distintos puntos de la sugestiva zona geográfica elegida y una oportuna valoración estética de ese mar donde transcurren la mayor parte de las peripecias. Aparecen automóviles de refinado diseño y los planos marítimos que hay cuando los personajes principales hacen un recorrido en helicóptero tienen la capacidad de mantener la atención pero en la segunda mitad el relato se hace casi de tono intimista sin asimilar ya bien la esencia del género de aventuras y convirtiéndolo todo en un híbrido relativamente incómodo. Va perdiendo vigor a medida que avanza pero esa fotografía fina que tiene sostiene a ratos un producto para el que se reunieron dos figuras casi míticas en la cinematografía francesa a la que aportaron grandes éxitos como fueron el director Sautet y el actor Ventura. Sylva Koscina resulta bastante aceptable en su papel y de la parte española se puede destacar a Ángel del Pozo que fue un actor encasillado en un principio en papeles de chico cursi y que a partir de mediados de los 60 pudo cambiar el tono de sus interpretaciones. La intervención de Antonio Casas resulta muy acertada y no es muy larga como tampoco lo es la de Ángel del Pozo.