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Colombia Colombia · Bucaramanga
Voto de Andres Botero:
7
Serie de TV. Drama Miniserie de TV (2010). 2 episodios. Los vándalos están asediando Hipona, en el norte de África, y el Papa teme por la vida de Agustín, el obispo de la ciudad. Por eso envía un barco para rescatarlo y traerlo a Roma sano y salvo. Tropas romanas llegan hasta Hipona, consiguiendo reavivar la esperanza de un pueblo subyugado por el poder vándalo. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Sant'Agostino” (“San Agustín de Hipona”, 2010, Italia-Alemania), serie dirigida por el canadiense Christian Duguay [1956- ], experimentadísimo director tanto de cine como de TV. El guion es de Francesco Arlanch y Sebastian Henckel-Donnersmarck. Cuenta con un reparto interesante (que debió ser doblado al inglés para hacerla más comercial): Franco Nero (quien da vida a Agustín en sus últimos años), Alessandro Preziosi (Agustín joven), Monica Guerritore (quien interpreta a Santa Mónica, la madre del santo), entre otros. Esta pieza fue pensada más para el formato televisivo, en dos episodios, lo que explica su duración (200 minutos). Es una producción de la empresa italiana Lux Vide (que ya tiene un buen recorrido en filmes cristianos), la alemana Eos Entretainment y la polaca Grupa Filmowa Baltemia. Un dato curioso es el alto presupuesto de la serie (más de 10 millones de euros) que se espera recuperar en taquilla y venta de derechos televisivos. Varios escenarios fueron filmados en Túnez, donde ya Lux Vide ha filmado otras obras cristianas. Estamos pues ante una megaproducción cristiana que, como todos sabemos, tiene un buen público cautivo que seguro hará que esta empresa no quede en saldos rojos. Pero no se me malinterprete, el hecho de que tenga espectadores asegurados no significa que estamos ante un mal producto fruto de no tener el reto de la conquista del público. Todo lo contrario, es una buena producción, donde rescato, por solo dar dos casos, la ambientación y las interpretaciones actorales. Tampoco puedo dejar de lado la impecable edición. Pero no me interesa tanto lo estético-formal. En lo que tiene que ver con el contenido, esta serie, como es normal, se toma ciertas libertades que el filósofo no puede dejar de señalar. En primer lugar, no es convincente el elemento dramático consistente en la orden del papa a San Agustín de abandonar Hipona (al parecer, Roma solo se enteró de la muerte del Obispo africano un año después de acaecida). En segundo lugar, muchos episodios bien retratados por el propio Agustín en sus confesiones, son pasados por alto, como, por ejemplo, la estrategia de san Ambrosio, obispo de Milán, para que no le fuera arrebatada la basílica Porciana por parte de los arrianos: al parecer Ambrosio descubrió las viejas tumbas de san Gervasio y Protasio en la propia Iglesia, lo que atrajo a miles de peregrinos que, al atosigar el templo, impidieron la toma del mismo por parte de las tropas del Imperio y de y los cristianos arrianos. Algo similar ocurre en la escena del debate con los donatistas, el cual no se basó en los pecados de San Agustín sino en temas teológicos bien profundos. Pero el que más me pesó fue que apenas se mencionó el amplísimo bagaje filosófico de Agustín antes y luego de su conversión. Seguramente los productores prefirieron mostrar las superficies del pensamiento agustiniano, creyendo que bastaba con que en ciertos diálogos se tocase el nombre de uno que otro filósofo clásico o que alguien elogiase la sabiduría del Obispo, para dejar en claro que estamos ante un padre y doctor de la Iglesia. No se tocó, tristemente, la sustancia del pensamiento agustiniano, de un lado, y cómo él logró aclarar, para bien de la ortodoxia, los dogmas de la religión, del otro. Dicho con otras palabras, lo sustancial cedió ante lo superficial. Por cierto, tampoco Agustín fue un defensor de la conquista de los bárbaros Vándalos y no fue un feliz anunciante del fin de Roma. Todo lo contrario. Pero entiendo, como ya dije, que una serie que desea cautivar públicos más o menos generales, prefiera centrarse en aquello que no requiera muchas explicaciones. Entonces, invito al espectador a no quedarse con esta visión del Obispo, pues su aporte a la historia del pensamiento no estuvo tanto en las generalidades que expone la serie sino en la profundidad de sus afirmaciones filosóficas y teológicas. En conclusión, la obra es buena, contextualiza, dentro de los matices ya vistos, lo que pasó en la vida de Agustín; además, es una obra bien hecha. Vale la pena verla, como introducción al pensamiento patrístico. 2018-02-20.
Andres Botero
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