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España España · Badajoz
Voto de Weis:
6
Drama Isabelle, una hermosa joven de 17 años que pertenece a una familia de clase alta de París, parece tener el mundo a sus pies. Pero tras un verano en el que la pérdida de la virginidad le resulta decepcionante, un viaje de autodescubrimiento sexual la embarcará a partir del otoño en una doble vida: estudiante de día y prostituta de lujo por las tardes. Esta es su historia, a través de cuatro estaciones y cuatro canciones. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de François Ozon, para los que le hayan seguido la pista de cerca en lo que llevamos de siglo, se divide fácilmente en dos categorías o tendencias: una abiertamente más clásica, academicista e incluso ciertamente manierista (8 mujeres, En la casa) y otra de corte mucho más rupturista, arriesgada e independiente (El tiempo que queda, Ricky). Sin desmerecer el recuerdo de otros títulos que culminan una versátil y rica filmografía, el director francés se ha deslizado entre ambos estilos de forma espontánea y lineal, con el devenir de los años, en vez de realizar su obra por etapas, personales y artísticas, que sí han podido conocer otros autores de prestigioso renombre.

Su última película, Joven y bonita, se entroncaría dentro de la tendencia más libérrima de su cine, estableciendo unos vínculos de unión muy evidentes, sin caer en la comparativa, con el título anteriormente mencionado, El tiempo que queda. En símil, el rastro de un tratamiento de la sexualidad carente de pudor pero no por ello erótico, referido al exhibicionismo kitsch de calentar butacas y personal. Ozon adereza esa morbosa pulsión a través del rastro de la juventud, que la personifica en la protagonista como inmadura, perdida y confusa, y bucea a través de ella logrando la emancipación de la inocencia. Esto es algo muy recurrente en sus tratamientos, pues la curiosidad del sexo suele estar focalizada en los ojos de alguien aún puro e ingenuo, carente de maldad.

Como ya ocurriera en la película protagonizada por Melvil Poupaud, el relato está barnizado con levedad y respeto de orfebre por los detalles. El realizador galo rechaza lo rimbombante y lo juicioso para dar libertad de análisis y carta blanca a las interpretaciones. Los personajes de sus películas, y más aún el de esta última, fluyen a su paso, errantes y desorientados pero, ante todo, carecen de una exposición direccionada hacia la audiencia. Rara es la ocasión de encontrarse como espectador con una historia, que aborde la temática de la prostitución y la adolescencia, en la que el canon imperante no sea el dominio y control de los juicios, valores y acusaciones de todos los sucesos por parte de su propio creador. Esto, como es lógico, resta de naturalidad y autenticidad a esos filmes.

A raíz de esto, lo que más puede destacar de Joven y bonita es que Ozon precisa de nuestra participación, pretende dejar preguntas abiertas para no ser él quien las responda. Por ello, existe separación y objetividad con respecto a lo narrado, un gran tanto a su favor. Posibilita, a partir de la concepción de las secuencias, la espontaneidad recurriendo a las descripciones, por sí mismas, de la puesta en escena y la dirección de actores. Lejos quedan los circunloquios y monólogos aberrantes que expliciten aquello que con la imagen se puede conseguir con tanto acierto e impacto. Es a su vez un nuevo ejemplo de intimismo en el director francés, a partir del cual, con susurros, silencios y también aquí gemidos, es capaz de lograr diseñar una verdad infranqueable, no por su naturaleza sino por su ejecución.

Guste más el Ozon clásico, contenido y filosófico o más el extrovertido y arriesgado, lo cierto es que ambas separaciones distan mucho de ser inconexas. Sus películas, de un modo u otro, beben unas de otras, se comunican entre sí y continúan en su temática y su concepción. Rechazan la impostura y remiten a los tejemanejes que conforman la vida. Unas veces pueden ser más felices o luminosos; en otras son tenebristas y soterrados. En cualquier caso, Joven y bonita es una confirmación más de la voluntad de compromiso y comunicación que el excelso director francés ha gestado durante su carrera y continúa en nuestros días.

Crítica para www.magazinema.es
@WeisGuerrero @MagaZinema_
Weis
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