Mi primer contacto con la novela negra fue precisamente a través de El complot mongol, atípica (por la práctica ausencia del género hasta ese momento en la literatura mexicana) y entrañable novela de Rafel Bernal. Y digo entrañable porque, como mexicano, uno aprecia que las historias fluyan entre los resquicios de la idosincracia nacional, mediante la construcción de personajes que se sienten propios, sin la más mínima imposición cultural, ese vicio de las adaptaciones forzadas a un formato agringado y por lo tanto inverosímil.

Siendo concretos, considero esta adaptación muy disfrutable, una oferta que trasciende entre las propuestas cinematográficas de mi país, con seso y estilo, algo que se agradece.


De las cualidades positivas enlisto las siguientes:
a) Ágil narrativa, alternando con la ruptura de la cuarta pared.
b) La acción es parca y limpia, muy adhoc al estilo visual de la época.
c) Las actuaciones se sienten sólidas, estudiadas de cabo a rabo de la obra de Bernal.
d) La dirección y fotografía ensalzan los puntos fuertes de su estructura narrativa, de nuevo, se nota el increíble respeto y fidelidad hacia la novela.

De las cualidades negativas, que por supuesto, también tiene:
a) El insulso papel de Bárbara Mori
b) Diez o quince minutos excesivos de metraje
c) Ciertos chascarrillos muy mexicanos que iluminan la tonalidad oscura del género, perdiendo por lo tanto el ritmo estilístico y narrativo en ciertos momentos climáticos.