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España España · Málaga
Voto de Nuño:
10
Drama Eddie Felson (Newman) es un joven arrogante y amoral que frecuenta con éxito las salas de billar. Decidido a ser proclamado el mejor, busca al Gordo de Minnesota (Gleason), un legendario campeón de billar. Cuando, por fin, consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad le hace fracasar. El amor de una solitaria mujer (Laurie) podría ayudarlo a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón sin ... [+]
15 de septiembre de 2016
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
I. Microcosmos

La serigrafía del Ames, en el plano de apertura ('SDRAILLIB'), ya nos impele a entender que 'El buscavidas' refleja un submundo marginal, de realidad revertida. Sus espacios se distribuyen con la uniformidad, asfixiante, de una constelación. Las salas de billar como oasis, ilusorias; después, barrios marginales, impersonales estaciones de autobús, moteles y licorerías baratas. Incluso los edificios de la alta aristocracia son desangelados, purulentos de indecencia, y tristes. Rossen evoca a los escritores "malditos". La cuneta americana; a Walter Tevis y Hemingway, "el arroyo" de Bukowski, la "gente del abismo" de Jack London. A los hermosos perdedores.

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II. Iconografía

JTS Brown sin hielo. El humo de cigarrillos casi compacto, de no disiparse jamás. Carteles prohibitivos en la pared, sin validez. El relámpago de los billetes arrojados en la mesa. El público en las partidas, carroñeros sin rostro, ávidos de atestiguar el fracaso. La propia imagen de Paul Newman y de Jackie Gleason rompiendo el juego es una inmortal estampa del Cine americano.

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III. Momentos

1. Los 30 primeros minutos de partida, donde casi no hay diálogo y la narrativa recae en el balance entre silencio, sonido ambiental de la bola en la tronera y lenguaje facial, es Cine mudo de altos vuelos. La partida dura más que la noche, pero, hasta que no se acabe la partida, el Gordo no dejará que se corra la persiana y que el amanecer llegue allí dentro.

2. Quiebran los pulgares a Eddie. Él acude a Sarah, cuando más indefenso y destruido se encuentra. Ella le abre, su rostro está demacrado por la resaca (nunca la volveremos a ver así, en todo el film). Se abrazan. Su contrato de necesidad, en tal desnudez y vulnerabilidad, es emocionante y tierno.

3. La aspereza de los ambientes de 'El buscavidas' tiene un feliz paréntesis. Eddie y Sarah toman una merienda en el campo, el único escenario de la película que es completamente diferente al resto. Eddie diserta sobre su pasión por el billar, sobre lo invencible que le hace sentir jugar bien. "Eres un ganador, Eddie; algunos jamás sienten algo así por nada". ¿Por qué, Eddie, no te diste cuenta, allí sentado, de que tu dichosa pasión era tu verdadero triunfo?

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IV. Tapiz.

El billar es, en mucho, geometría cartesiana y fuerza: dibujar mentalmente un trazado y ejecutarlo. Influido quizás por esto, creo ver dos figuras en las relaciones entre personajes.

1. Un triángulo. Eddie, Bert y Sarah ocupan los vértices. Eddie es la potencia virtuosa y descontrolada, y la fanfarronería ingenua, "¿cómo puedo ser el mejor, si no gano al Gordo?". Bert es la advenediza y taimada araña, su único talento es saber aprovechar el ajeno, ha construido su palacio con huesos de los demás, "¿cómo vas a ser el mejor, si yo no te enseño cómo serlo?". Sarah, el vértice superior, es el punto de desencanto, realista y templada; sabe que el éxito es un ideal emponzoñado procedente de una competitividad endémica, "triunfar, ¿para qué y para quién?". Este triángulo se deforma en cada tacada, volviéndose asimétrico, da pie a las fricciones personales de los personajes, y alimenta el sustrato reflexivo de la obra.

2. Un círculo oval. Dos puntos en extremos opuestos: Eddie y el Gordo. Eddie es el mejor, pero se anega de su propia energía. Si le retas, irá con todas. Si pones en duda su técnica, te dará un recital. Si le dices que es el mejor, responderá que así es. No sabe beber, ni esperar. El Gordo es un corredor de fondo; no es mejor que Eddie, pero es bueno más tiempo que él. Si le retas, te mirará sereno. Si menosprecias su técnica, hará una mueca. Si le dices que es el mejor, responderá "¿en serio?". Es un gran bebedor, y entiende que la victoria no es inmediata.

[La primera partida acaba con el Gordo fresco como una flor, perfumado y reluciente, y con Eddie sucio de sudor y alcohol, derrumbado en el suelo]

Eddie cree que Bert, que "sabe mucho", puede llevarle hasta donde está el Gordo por el borde superior del óvalo. Eddie es un timador del billar, y persigue un ideal de victoria que, paradójicamente, es una mentira; él no engaña a los demás menos que a sí mismo. Bert dispone el camino: "buscas excusas para perder, la auto-compasión es un vicio" y le 'apadrina'. Sarah, sabedora de lo inútil de la empresa de Eddie y del oportunismo de Bert, le advierte: "no le supliques". [De hecho, ella salva a Eddie desde la primera escena en que aparece, pagándole el café que deja a deber, por quedarse dormido]. Durante el tramo final de su periplo por el borde superior del círculo, de la mano de Bert, ve al millonario Findley beber penosamente cuando le derrota, y él recuerda su primera partida con el Gordo. ¿Merece la pena vencer, a costa de ver humillados a los demás?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nuño
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