Dicen los tópicos que nunca hay que preguntar a un gallego si sube o baja una escalera, porque su respuesta siempre será otra pregunta, y no se sacará nada en claro. En esta peli se cumple el precepto, y gracias a un montaje repugnante -y a una elección de escenas sietemesina- cuestiones claves quedan sin respuesta, y la pregunta que más veces uno se hace -¿pero que ha pasado?- se acumula una y otra vez sin solución de continuidad.

En cambio, escenas anodinas, con diálogos tabernarios de after, se alargan hasta la eternidad y más allá, provocando el típico chirriar de butacas que producen los culos inquietos buscando ansiosos la mejor postura. Eso si, matemáticamente hay simetria entre los minutos cacas que no llevan a ningún lugar, y los omitidos que darian respuesta a cuestiones básicas en el relato.

Lo mejor, sin duda, son las escasas escenas de acción -en las que hay más gente que en casa de la Preysler el dia del padre-, con luchas bastante bien logradas y creibles. Aunque son pocas y breves, y suelen servir de excusa para mostrar una faceta del otrora temible Temujin, desconocida por un servidor, que no es otra que su santidad y bondad meliflua y ecuánime.
Todo un santo varón el Gengis, al que solo le falta multiplicar penes y paces mientras suelta alguna de sus frases vacuas poniendo cara de estreñido.

Realmente los únicos que se ganaron el sueldo fueron los foteros, plasmando con eficiente arte parajes de belleza alucinante. Aunque eso lo llevan haciendo los de National Geographic desde hace muchos años, y con metrajes más adecuados para ello.

En resumen, un bello tostón exótico que aburre cosa mala, en el que se nos manipula a un conquistador para mostrarlo como mesias, y con una historia simple pero patosamente contada. Espero ansioso un biopic de Hitler en el que le veamos fundando los Boys Scouts.