Si hay algo que me cabrea en una peli, es que aprovechen la ocasión para publicitar cuidades, paises, locales, o ideologías. En este caso se trata del Tropicana, local de variedades de aquellas que en tiempos del Nodo triunfaban, pero que hoy dia ya están caducadas por horteras, y porque para ver una teta o un nalgatario no hace falta irse a un teatro. Con ver la tele o pasear por la calle ya hay bastante.

Si algo en una peli aún me cabrea más, es que te metan números musicales sin venir a cuento, muchas demasiadas veces, y que además sean horrendos y más largos que el talento de Mandingo. Aquí se trata de canciones detestables entonadas por señoras con el culo al aire -pero que llevan una tonelada a cuestas entre plumajes, pedrerías, y floripondios igual de lamentables y antiestéticos-, que cacarean con voz gangosa y luciendo toda la piñata, encías y paladar incluidos.

Aunque en una peli también me cabrea de la ostia que me quieran colar a alguien de edad, ya más que madura, podrida, como personaje jovencito, y aún más si es tirando a callo y me lo presentan como de una belleza tremenda. Aquí se supone que me tenia que creer que una señora casi cuarentona, sin tetas ni culo, es un bombón descomunal en plena adolescencia, que con solo un parpadeo ya pone burro a cualquier muchacho. Si, y yo soy clavadito a Cristiano Ronaldo.

Pero si algo me cabrea, me enerva y me exaspera en una peli, es que se pasen por el forro las leyes naturales más elementales, en pos de intentar echar para adelante un argumento inverosímil, absurdo, y completamente subnormal. Cuando uno se muere, pues se muere y a criar gusanos se ha dicho. Pero que al principio de este bodrio un tio palme, y en tres minutos escasos lo resuciten por artículo veintisiete, eso es algo que ni tolero ni perdono. Desde sus primeros instantes que esta pseudopeli me cabreó, y cada minuto que pasaba –que para mi era como una hora- se iban añadiendo puntos para odiarla.

Tan recomendable como iniciarse en la zoofilia con un erizo.