Minuto uno: un tipo conduce dando cabezadas y es lo mejor de la peli por su valor profético, ya que eso es lo que le sucederá a todo aquel que siga con interés los absurdos diálogos y las vergonzosas situaciones del resto del metraje.
Minuto tres: ha sucedido lo suficiente como para que cualquier espectador con más de dos neuronas activas, sepa ya de antemano absolutamente todo lo que va a ocurrír (y en que orden), y ya haya previsto la sorpresa final, que no tiene nada (nada, nada, nada) de sorprendente.
A destacar como una de las pelis más previsibles de toda la historia, con horrendas interpretaciones, y uno de los personajes más cargantes que haya visto jamás (la madre y su imparable y mongola verborrea).
Tan recomendable como una lavativa de loctite.