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Voto de Kingo:
10
8,3
93.949
Drama. Comedia
'Cinema Paradiso' es una historia de amor por el cine. Narra la historia de Salvatore, un niño de un pueblecito italiano en el que el único pasatiempo es ir al cine. Subyugado por las imágenes en movimiento, el chico cree ciegamente que el cine es magia; pero, un día, Alfredo, el operador, accede a enseñarle al pequeño los misterios y secretos que se ocultan detrás de una película. Salvatore va creciendo y llega el momento en el que ... [+]
5 de octubre de 2007
700 de 864 usuarios han encontrado esta crítica útil
El auténtico título debería ser: Yo tenía 23 años, y ella 19.
En la vida de todo hombre siempre hay una mujer que marca un antes y un después. Y María és, ha sido, y será, esa mujer tan especial. Media vida he recorrido con la fortuna de haberla conocido, a veces queriéndola con locura, a veces todo lo contrario, pero siempre cerca uno del otro. Junto a ella aprendí muchas cosas buenas e importantes, y aún continúa siendo el motor de mis alegrías y el paño de mis lágrimas. Por eso quiero dedicarle estas lineas, del todo merecidas, ya que no sólo es alguien excepcional para mí (y para muchísima gente más), sino que fué ella quien decidió, un dia del lejano 1990, que ésta era la pelicula que debíamos ver.
Va por ella y por ese pedacito de cielo al que puso por nombre Carlos.
Recuerdo perfectamente, por la huella tan honda que me dejó, aquella fría tarde de un sábado en que tuve el inmenso placer de disfrutar esta maravilla: fué en el Club Coliseum, y al entrar en la sala tuve mis reservas al verla casi vacía, pero la preciosa chiquilla a la que acompañaba, y su inolvidable mirada cuajada de verde, me hicieron confiar en que la peli prometía.
Sigo en spoiler por falta de espacio: y no desvela nada de la peli de la peli, sino de mí mismo.
En la vida de todo hombre siempre hay una mujer que marca un antes y un después. Y María és, ha sido, y será, esa mujer tan especial. Media vida he recorrido con la fortuna de haberla conocido, a veces queriéndola con locura, a veces todo lo contrario, pero siempre cerca uno del otro. Junto a ella aprendí muchas cosas buenas e importantes, y aún continúa siendo el motor de mis alegrías y el paño de mis lágrimas. Por eso quiero dedicarle estas lineas, del todo merecidas, ya que no sólo es alguien excepcional para mí (y para muchísima gente más), sino que fué ella quien decidió, un dia del lejano 1990, que ésta era la pelicula que debíamos ver.
Va por ella y por ese pedacito de cielo al que puso por nombre Carlos.
Recuerdo perfectamente, por la huella tan honda que me dejó, aquella fría tarde de un sábado en que tuve el inmenso placer de disfrutar esta maravilla: fué en el Club Coliseum, y al entrar en la sala tuve mis reservas al verla casi vacía, pero la preciosa chiquilla a la que acompañaba, y su inolvidable mirada cuajada de verde, me hicieron confiar en que la peli prometía.
Sigo en spoiler por falta de espacio: y no desvela nada de la peli de la peli, sino de mí mismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando salímos del cine abrazados, sin decir palabra, y con los ojos aún húmedos contrastando con la inmensa sonrisa que se adueñaba de nuestros labios, sabíamos con toda certeza que habíamos sido testigos de algo impresionante que daría mucho que hablar.
Mientras cenábamos fuimos comentando todo aquello que nos habia maravillado: que si el niño cumplía con su papel con nota Cum Laude, y que daban ganas de estrujarlo de preciosísimo que llegaba a ser; que si el señor Noiret dando vida al inolvidable Alfredo era simplemente portentoso; que si el inmenso despliegue de secundarios, con una personalidad definida con total certeza, eran claves para narrar en segundo plano lo más importante de la historia; que la parte más romántica de la peli es del todo real y maravillosa; que el cuento que narra el grandioso Alfredo sobre un soldado y una princesa, era del todo magistral... y, sobre todo, lo sumamente enternecedor que resultaba el colofón de la película, todo un canto a los tiempos pasados, a los recuerdos y a la vida vivida, que cuantos más años han pasado mejor he sabido apreciar. Uno de los mejores finales de toda la historia del cine.
Nos pasamos la cena compitiendo por quien recordaba la mejor escena, el mejor diálogo, la mejor frase, el momento inmortal de cada personaje, y aquella fué una noche inolvidable cuyo gratísimo recuerdo habrá de acompañarme hasta que la vida me diga basta.
No recomiendo ver esta película, sino que ruego a quien no la haya visto que se deje absorber por su exquisita fotografia, por sus portentosas interpretaciones, por ésa música que sabe hurgar en lo más sensible del alma, por un argumento simple como la vida misma y por ello tan valioso como es el vivir y recordar lo vivido; que la vean y sepan lo que es verdaderamente el lenguaje del cine: conseguir conmover, divertir, convencer, y hacer pensar..... y recordar.
Para mi gusto, una absoluta obra maestra que he revisado muchísimas veces y que, cada vez que he recomendado, me ha dado el inmenso placer de ver en los ojos de quien me agradecía la recomendación ese brillo tan especial del que ha encontrado, por fin, algo le haga recordar, rememorar, volver a vivir, aquellos momentos de su vida que le han hecho ser quien es.
Gracias, María, por haberme regalado la oportunidad de recorrer en tan inmejorable compañia tan larga parte del corto camino, y por haber conseguido -aquella fría noche de hace tantos años- que me interesase por el cine, porque quizás entonces descubrí que los momentos que uno recuerda con especial cariño son, indiscutiblemente, los que hacen que ver caer las hojas en el otoño de la vida, no sean sino una entrada de platea en el cine interior donde se proyectan los mejores instantes de la propia vida.
Mientras cenábamos fuimos comentando todo aquello que nos habia maravillado: que si el niño cumplía con su papel con nota Cum Laude, y que daban ganas de estrujarlo de preciosísimo que llegaba a ser; que si el señor Noiret dando vida al inolvidable Alfredo era simplemente portentoso; que si el inmenso despliegue de secundarios, con una personalidad definida con total certeza, eran claves para narrar en segundo plano lo más importante de la historia; que la parte más romántica de la peli es del todo real y maravillosa; que el cuento que narra el grandioso Alfredo sobre un soldado y una princesa, era del todo magistral... y, sobre todo, lo sumamente enternecedor que resultaba el colofón de la película, todo un canto a los tiempos pasados, a los recuerdos y a la vida vivida, que cuantos más años han pasado mejor he sabido apreciar. Uno de los mejores finales de toda la historia del cine.
Nos pasamos la cena compitiendo por quien recordaba la mejor escena, el mejor diálogo, la mejor frase, el momento inmortal de cada personaje, y aquella fué una noche inolvidable cuyo gratísimo recuerdo habrá de acompañarme hasta que la vida me diga basta.
No recomiendo ver esta película, sino que ruego a quien no la haya visto que se deje absorber por su exquisita fotografia, por sus portentosas interpretaciones, por ésa música que sabe hurgar en lo más sensible del alma, por un argumento simple como la vida misma y por ello tan valioso como es el vivir y recordar lo vivido; que la vean y sepan lo que es verdaderamente el lenguaje del cine: conseguir conmover, divertir, convencer, y hacer pensar..... y recordar.
Para mi gusto, una absoluta obra maestra que he revisado muchísimas veces y que, cada vez que he recomendado, me ha dado el inmenso placer de ver en los ojos de quien me agradecía la recomendación ese brillo tan especial del que ha encontrado, por fin, algo le haga recordar, rememorar, volver a vivir, aquellos momentos de su vida que le han hecho ser quien es.
Gracias, María, por haberme regalado la oportunidad de recorrer en tan inmejorable compañia tan larga parte del corto camino, y por haber conseguido -aquella fría noche de hace tantos años- que me interesase por el cine, porque quizás entonces descubrí que los momentos que uno recuerda con especial cariño son, indiscutiblemente, los que hacen que ver caer las hojas en el otoño de la vida, no sean sino una entrada de platea en el cine interior donde se proyectan los mejores instantes de la propia vida.