Al margen de los estereotipos, de la repetición de situaciones mil veces vistas, de las interpretaciones de todo a 0,60 euros, y del final absurdo, inverosimil, y subnormal, hay que destacar -y con bengalas de colores- la escena en la que vemos por fin a Paris Hilton (si algún dia alguien comercializa un saco de boxeo con su cara impresa se va a forrar), de rodillas, con algo dentro de la cabeza y no de la boca.

Parece poca novedad, pero ver a ésa tipa como se merece bien vale una segunda estrella.

Todo lo demás: tan recomendable como intentar encender una fogata frotando un palito en las encias.