Del guionista de comics que creó la mítica serie de Sandman para DC/Vértigo, con ese Morfeo tan fascinante, Neil Gaiman nos sorprende con una historia de fantasía medieval, de magia y brujería, a medio camino de la fantasía heroica de los libros de Lord Dunsany, y de esa fantasia naif que suponen el Peter Pan de J.M. Barrie y las historias de Narnia de C.S. Lewis. Apenas atisbamos el extraño pais más allá del muro de piedra, donde habitan brujas buenas y malas, reyes sin escrúpulos, hechizos y recolectores de rayos, piratas muy peculiares y unicornios. La película es también una bella y tópica historia de amor.

Sin embargo, con todos estos mimbres, para que fuese una película clásica de fantasía, quizás por falta de ambición, por un protagonista sosainas, o por una colección de tópicos vistos ya en otros filmes de este tipo de género, lleva a un resultado incapaz de sorprender ni cautivar; sin esa chispa, ese personaje o esa frase, memorables, de las que goza, en cantidad, por ejemplo, "La princesa prometida".

Así, estamos ante un film amable, entretenido mientras lo ves pero que, horas después, has olvidado, como si hubieses bebido de las aguas del río Leteo. Ya no me acuerdo ni del rostro del protagonista.