Rodar una película sobre un cazador de monstruos medieval ya es de por si un desafío. Hacerlo con un presupuesto bajo parece, a priori, una locura. Cualquiera con un mínimo de sentido común pensaría que de esto sólo puede salir una de esas majaderías de serie Z que hace unos años rellenaban las estanterías de los videoclubs, o bien una parodia que apueste por el humor.

Pero Downey y su equipo logran algo casi milagroso. Hacer una película interesante, en muchos aspectos muy lograda y que tiene una calidad y una dignidad que para si quisiesen la mayoría de blockbusters actuales de los grandes estudios.

Evidentemente, para ello han tenido que tomar muchas medidas de contención. Empezando por la duración (poco más de una hora) y siguiendo por una narración lenta, contenida y en la que todo aquello que sería demasiado caro de rodar sucede fuera de cámara. Así, a veces sólo escuchamos los sonidos y en otras la narración simplemente da un salto y omite las escenas más complicadas (y entretenidas, para qué negarlo) como las peleas con los monstruos.

Pero el núcleo de la narración está muy bien construido y el inmenso trabajo de su único protagonista nos sumerge totalmente en esa atmósfera de rutina, obsesión y terror que busca transmitir.

Por supuesto no todo es positivo. La primera parte, en la que seguimos la absorbente rutina vital del protagonista puede llegar a saturar por su ritmo lento y demorado y la segunda, que sería realmente la historia en si, es donde se agota el tiempo de metraje y los recursos que quedaban.

Pero en general es un buen ejercicio de cine fantástico y de terror y una gigantesca demostración de que cuando hay talento y buen gusto no hace falta volquetes de dólares para contar una historia interesante.

P.D. Otro de los aciertos de la película son sus localizaciones y paisajes, que son un decorado perfecto para la narración e incluso un personaje más...