John Carney ya nos había tocado la fibra en ONCE (una vez) usando la banda sonora como un personaje más y como el mayor canal para evocar emociones y sonrisas y lágrimas por doquier. Y de aquellas no había problema, puesto que era una trama romántica en la que la música conectaba a los dos protagonistas. Pero en este salto a Hollywood termina de ubicarse en un plano individualista e idealista que se sale de los márgenes. Porque todos estamos de acuerdo en que la música es la hostia y que a mucha gente le va la vida en ella, metafórica y literalmente. Pero de ahí a que me vendas que con el poder de la música puedes enfrentar todos los obstáculos de tu vida, superar el sesgo de supervivencia, arreglar tus problemas laborales y emocionales, hacer sonreir a todo el mundo y hasta escapar de la policía un par de veces porque todo es de puto color de rosa... pues oiga, no. Que al final todo resulta tan artificioso que parece una excusa de John Carney para colocarnos su nuevo disco. Espabilao.