Alejado de la narrativa y de la puesta en escena a la que estamos acostumbrados, es un despliegue de imágenes oníricas, surrealistas y muy artísticas, mayoritariamente en blanco y negro pero con planos en color y con diferentes formatos. Tiene a su favor una historia intrigante, un grupo de adolescentes violentos es castigado a embarcarse en un pequeño barco con un severo capitán sucediendo cosas que acabará transformándolos. Es evidente la cara erótica que subyace en todas las imágenes, claramente influenciadas por la estética de Jean Genet, Cocteau y Fassbinder entre muchos otros, erotismo favorecido por estar ambientada en el mundo naval. No creo que sea correcto calificar como modernez a un estilo que ya se hacía en los comienzos del cine, “Un perro andaluz” de Buñuel y Dalí es un ejemplo de este surrealismo transgresor. En definitiva, sólo es recomendable a quien esté dispuesto a embarcarse en este viaje de transformación (más física que espiritual) con los cinco adolescentes, y se deje llevar por las turbulentas aguas de la locura. Que se convierta en obra de culto, el tiempo lo dirá. Lo que está claro es que no es para todos los paladares y que sólo apreciarán los que tengan una especial sensibilidad artística, más allá de la puramente cinematográfica.